El mayor fraude y las caricaturas

*El Mayor Fraude.
*Las Caricaturas.

Por Rafael Loret de Mola

Quieren linchar a los medios por transmitir noticias que resultan falsas pero cuyo origen está en los voceros del gobierno. Antes, los boletines oficiales eran el único sustento informativo; hoy, se han abierto micrófonos y teclas para ir más allá e indagar las tropelías incesantes de la clase política; y ésta responde, claro, tratando de difamar y señalas a los periodistas que se equivocan porque las fuentes dominantes los inducen y los llevan a callejones sin salidas. Esta es su manera de proteger a la “democracia” que sin el debate sencillamente es nada. 

Luego de los terremotos del 7 y 19 de septiembre pasado, a treinta y dos años de los otros que también enlutaron el espíritu nacional y a miles de familias, se han detectado fallas estructurales en diez mil escuelas y miles de edificios, sobre todo en áreas como Oaxaca, Morelos, Chiapas y Puebla, también Tlaxcala y hasta Tabasco, cuyos constructores recibieron contratos jugosos, sobre todo por parte de la Secretaría de Educación Pública, para poder llevar, decían, la educación a todos los niños mexicanos; pero, en el mismo momento de establecer compromisos, sembraron muerto, devastación y dolor. ¡Y nadie los ha investigad porque se trata de miembros poderosos de la “high life”, amigos y socios de mandatarios y ministros, a quienes el sistema protege y adula. 

 

Así sucedió, por ejemplo, con el arquitecto y “urbanista” Mario Pani, fallecido en 1993, responsable de haber erigido edificios emblemáticos, como la Unidad Habitacional Tlatelolco, parte de ella colapsada desde 1985 y el edificio Plaza Condesa que tiene daños irreversibles tras los terremotos del 7 y el 19 de septiembre pasado. Nunca hubo quien se atreviera a pedirle cuentas o que le señalaran como presunto criminal dadas las condecoraciones recibidas en el extranjero y el núcleo duro del gobierno. Se fue y no dijo nada. Qué podrán decir las víctimas, silenciadas para siempre.

Cuando sabemos que hay todavía rastrojos como huellas del evento brutal de 1985, y decenas de supervivientes bajo carpas porque lo perdieron todo, no es admisible la negligencia, el abandono y la ruindad de un gobierno que se dijo abanderado de la justicia social. ¿Y qué ocurrió con miguel de la madrid, el tibio mandatario que recorrió tres días después de aquel terrible suceso los lugares de desastre? ¿Fue juzgado? Jamás y murió sin presiones el primero de abril de 2012; la parca evitó cualquier forma de vindicación pública. 
Pero ahora tenemos una segunda oportunidad para construir un “nuevo México” como claman los universitarios –la UNAM por delante-, sin rastrojos de constructoras inmorales que ahorran adquiriendo y edificando con materiales de baja calidad, varillas que se doblan como una cuchara y una ambición que les sale por los poros como la sangre de sus víctimas por las heridas de éstas. Mil veces sean condenados a la leña verde del desprecio público a falta de la hoguera de la justicia. 

La Anécdota

¿Y qué me dicen del presidente “selfie”? Con este método pasará a la historia por su “profesionalismo” para tomar fotos con los celulares, sobre todo de chicas inquietas, en cada punto de la República. Incluso, por si fuera poco, aparatos idénticos, ahora sí contra su voluntad, captaron el ensayo para que se le viera, al lado de su “gaviota”, pasando cajas hacia un camión que casi estaba lleno con ayudas de los mexicanos quizá interceptada en Morelos por Elena Cepeda, la esposa de Graco el “socialista” más burgués. 

En el colmo de sus afanes cibernéticos, en vuelo a Oaxaca, para informar:

“Estamos a un minuto de descender en Oaxaca; menos, como cinco minutos”.

Debiera prohibirse a los escolapios que observaran esta burda imagen aun cuando la aritmética lleve el nombre de peña para fines educativos, modificando las viejas reglas y considerando al uno como el número de mayor nivel hasta llegar al infinito como el de menor valor. Ya dudamos que el señor peña haya cursado por la primaria… mejor para él porque su escuela pudo colapsarse con el menor movimiento telúrico dada la energía que acumulaba el farsante.

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