Perdidos en Tokio

Por Elizabeth Piña Hernández

Perdidos en Tokio
Perdidos en Tokio

La película Perdidos en Tokio (2003) de la directora Sofia Coppola narra la historia sentimental que viven los personajes Bob Harris  (Bill Murray, a quien recordamos en la saga de Caza fantasmas) y Charlotte (Scarlett Johansson) quienes se conocen tras una visita a la inmensa ciudad de Tokio y partir de ello se empiezan a hacer amigos. Bob Harris conoce a Charlotte, una joven casada con un fotógrafo que ha ido a Tokio a hacer un reportaje; el aburrimiento y la falta de atención motiva a Charlotte a salir y conocer la ciudad. Tropieza en el bar del hotel con Bob Harris , un actor norteamericano en decadencia, quien acepta una oferta de trabajo  para hacer un anuncio de whisky japonés en la ciudad de Tokio.

El guion de la misma Sofia Coppola representa la idea de “Romeo y Julieta” de William Shakespeare:  un romance trágico, encuentros clandestinos, amores no correspondidos y  prohibidos etc., en donde vemos una historia de amor de dos desconocidos norteamericanos en una ciudad donde no se sienten identificados con la cultura permitiendo que una sola mirada y un corto dialogo geste un amor que más tarde permitirá encuentros casuales entre ambos . Un guion sin mucha acción, pocos diálogos permita que la trama se vaya dibujando como una especie de cuento de hadas sin fin.

En la película la directora  Sofía Coppola nos muestra como la soledad es un causante de un acelerado ritmo de la sociedad moderna que  no fomenta en absoluto las relaciones humanas afectuosas entre los individuos lo cual los vuelve vulnerables al aislamiento, la depresión, mostrando así a un Bob Harris supliendo con el trabajo un vacío de contacto.

Al seguir hablando de la soledad no solo como una forma absoluta del no contacto si no como una parte fundamental del hombre de auto reflexionar permite cambiar la visión de ambos personajes para tomar decisiones de comenzar un contacto sentimental con otra persona que escucha y que se encuentra en las mismas circunstancias.  Al permitir el flujo del lenguaje en este caso verbal y no verbal permitió que los sujetos se unifiquen y respondan a los deseos del otro generando una expectativa de lo que otro va a decir. Compartir la comunicación y la confianza son un factor que brindad la comodidad en su propio placer.

Lo que más podría ser interesante de esta película es el final donde se forman preguntas como: ¿Qué le susurró al oído Bob Harris a Charlotte?, ¿por qué la cineasta dejó a la expectativa lo que le susurro?, ¿qué pretende la cineasta al contar una historia sin final? y si ¿en realidad existe un final?.  Para esclarecer esto un poco nos damos cuenta que lo que le susurró al oído tiene dos posibles finales: por un lado la aceptación de volverse a ver y por otro el alejarse y ya nuca más verse. Lo que pretende plantear Sofía Coppola no es más que un final  que ya existe durante el recorrido de la película y lo hace más evidente el hecho de que en una escena Bob Harris dice: -¡No quiero marcharme! Charlotte: ¿Quédate conmigo!, formaremos un grupo de Jazz. Esto resulta ser una  anagnórisis (donde los personajes se dan cuenta de algo) por lo tanto aceptan su amor  y se resuelve el conflicto total de que si existe un final.  Ya entrando en mas detalle investigaciones de personas que extrajeron el audio mencionaron lo que ya se intuía lo que le susurró al oído Bob Harris a Charlotte: I have to be leaving… But I won’t let that come between us. Ok? Ok. Cuya traducción es: Tengo que irme, pero no voy a dejar que eso se interponga entre nosotros, ¿vale? Vale.

Sin embargo no hay ninguna novedad en el uso de este recurso, más bien es una referencia tomada de las grandes comedias románticas de la historia, como El hombre tranquilo (Ford, 1952) donde la película termina con un dulce susurro de Mary Kate (Mauren O’Hara)   al oído de Sean Thornton (John Wayne). 

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