Rafael Loret de Mola – Desigualdad Social

RAFAEL LORET DE MOLA

  • Desigualdad Social
  • Encuestas Réprobas
  • Maldición de Canek

Por Rafael Loret de Mola

Rafael-Loret-de-Mola-Desigualdad-SocialTerminó el tiempo estival y, desde luego, la vuelta al trabajo, para muchos –este columnista no dejó de cumplir con sus tareas cotidianas-, representó la angustia de haberse gastado más allá de los ahorros destinados para descansar. Las deudas suelen apretar tanto que asfixian las gargantas y sobreviene el atroz silencio bajo el cual se refugian los inquisidores de todos los tiempos; y vaya si existen beneficiarios de ello como, por ejemplo, los grandes manipuladores que cobran intereses mayores por créditos y préstamos menores. Tal es la atadura con la que los bancos dominan nuestras perspectivas de futuro.

Por supuesto, todavía no llegamos a los extremos de las instituciones bancarias hispanas… aunque me temo no nos falta mucho para ello considerando que algunos de los principales consorcios en el renglón tienen esta procedencia común. Allí, sólo como una muestra, los desahucios de departamentos y “chalets” –como les llaman a las casas que no están junto a otras-, están a la orden del día y el procedimiento es terrible: por un atraso de tres meses se quedan con la propiedad… pero el “atado” cliente no deja de tener la obligación de seguir cubriendo el importe de la deuda aunque ya no recupere su hogar. Es la cúspide de la aristocracia, o la oligarquía, incapaz de interesarse por el tejido social; luego se preguntarán, azorados, las razones de las protestas multitudinarias por las calles… o la abierta subversión de quienes ya no soportan el yugo ni soportan existir atados por los empréstitos amorales.

En México hay todavía un ingrediente peor. A diferencia de casi todos los países aquí la xenofobia funciona al revés, esto es para despreciar y abaratar la mano de obra de los propios mexicanos. Quizá ello sea herencia de la repetitiva y falsa crónica de la “conquista” que exalta a las turbas de invasores de Mesoamérica y extiende la filosofía de que México cayó bajo las patas de sus caballos; no fue así porque nuestro país, como tal, surgió en 1821, trescientos años después del paso de Cortés y sus misioneros cuya sensibilidad no les permitió respetar la esencia de una cultura en muchos renglones superior a la de importación. Pero, a fuerza de repetirlo, nos quedó el estigma.
Y eso se traduce, por ejemplo, en los bajos salarios que perciben los trabajadores del sector turístico mientras las empresas extranjeras vuelven a llevarse el oro de la industria sin chimeneas. Ocho horas extenuantes, muchas de ellas bajo el sol canicular del Caribe o el litoral del Pacífico, se valúan en 73 pesos… menos de quinientos a la semana a los que se descuenta el seguro social y otras prestaciones: así les queda sólo las tres cuartas partes de los honorarios, unos mil quinientos pesos, para satisfacer los requerimientos familiares mientras una noche en uno de estos hoteles “con todo incluido”, no baja de tres o cuatro mil pesos, esto es el doble de los ingresos totales, por mes, de un mesero o una mucama. ¿No les parece una distorsión extrema que, por sí sola, enciende y obliga a detener nuestro paso?

Confieso: pasé unos días en la playa y no dejé de pensar en que no tenía derecho al disfrute mientras quienes me atendían con esmero, ocultando su tristeza por decreto, vivía angustias que, poco a poco, me fueron contando. A algunos se le salieron las lágrimas al recordarme que sus hijos no podían ni siquiera alcanzar el privilegio de timar leche cada día o un pedazo de carne que no fuese retazo; otras, las mujeres, la tenían peor porque sus maridos las habían abandonado –acaso por no poder soportar las presiones que conlleva el mantener una familia con sueldos de hambre-, y solas enfrentaban un destino cruelísimo con los hijos merodeando por las calles o esperando horas en el colegio para ser recogidos. No hablo del siglo pasado; este es el México real de 2015.

Desde Yucatán, cobra eco otro punzante rama social: se construye una nueva sede para el Congreso –el actual fue inaugurado por el gobernador Francisco Luna Kan en los ochenta-, invirtiéndose cuatrocientos millones de pesos en dotar a los legisladores locales de una “sede digna” como ellos alegan con la complacencia, naturalmente, de todos los partidos beneficiarios y sin que nadie, absolutamente nadie y mucho menos el gobierno, haya consultado a la ciudadanía sobre la preeminencia de esta erogación millonaria. En Yucatán se imponen las obras –porque así se llega a las jugosas comisiones-, no se hacen para beneficiar al colectivo.

Y mientras ello ocurre, dos hospitales están abandonados porque el egoísmo de la partidocracia atroz así lo determinó. Como se comenzaron a hacer durante el panismo, el priísmo caciquil los despreció y desechó dejándolos deteriorarse, cada día más, a pesar de que tanto se necesitan. Decenas de personas han muerto en Ticul y Tecax, en el oriente de la península, por falta de atención médica y porque, sencillamente, carecen de recursos para transportarse a Mérida y de estructura sanitaria para salvarse.

En los setenta un gobernador visionario, Carlos Loret de Mola Mediz, introdujo el Seguro Social y construyó hospitales para atender a la población con un margen de treinta años… ya superados. Eso fue todo; ahora se requieren nosocomios mayores para poblaciones que son reconocidas como ciudades y carecen de ellas. Pero, por supuesto, el egoísmo infernal de Ivonne Ortega Pacheco, quien ya dio a luz hace unos meses coordinándose con las tareas de secretaria nacional del PRI y ahora postulándose a una diputación con candado, esto es plurinominal para n siquiera molestarse en hacer campaña, optó por olvidarse de los enfermos y dejó que la erosión avanzara sobre las obras negras de los centros hospitalarios. Un asesinato, más bien un genocidio, por negligencia y furor partidista.

¿No se darán cuenta los estúpidos que con estas acciones sólo se alienta la rebelión social generada por las frustraciones y marginaciones consuetudinarias? ¿No perciben el rugido de los jaguares, que llevan dentro los pueblos ancestrales, ante la acumulación de afrentas y odios disimulados contra los mal llamados indígenas que debieran ser sólo mesoamericanos? Lo último trata de corregir un grave error histórico: Colón creyó haber llegado a las Indias y se equivocó; pero no así dejó de señalarse como “indios” a los nativos con mucho de desprecio por una raza vista como inferior pero capaz de alzar monumentos maravillosos y conocimientos de matemáticas y astrología muy superiores a los caballeros centauros que sólo sabían de armaduras, armas y barbarie, importada desde el “viejo mundo” sin darse cuenta, por ejemplo, que Teotihuacan casi tiene la misma edad que las pirámides de Gizé, en Egipto.

Por toda esta carga de abominables desprecios, desaires e insolencias partidistas es por lo que miles de mexicanos claman por el fin del sistema presidencial aunado a la partidocracia sectaria, contraria a la filosofía de la democracia, que termina por ser ilegítima al ser rechazada por la mayor parte de la ciudadanía. No hay vencedor si sólo se obtienen porcentajes del 30 y 40 por ciento de los sufragios emitidos, sin contar al abstencionismo galopante. ¿Y qué sucederá si, como muchos calculamos, éste supera el cincuenta por ciento en los comicios de junio 7? Sencillamente, no habrá legitimidad alguna ni en gobernadores ni diputados con acreditaciones minoritarias, tan lejanas de la representatividad mayoritaria. Así de sencillo.

Las distancias, entre quienes aparecen en la lista del semanario Forbes –con fortunas entre los 70 mil millones de dólares hasta los mil millones de las mismas divisas-, y los depauperados que observan la reducción drástica de su poder adquisitivo –la verdadera tabla de medición, más allá de los shocks devaluatorios y las crisis recesivas que se nos vienen encima-, por efectos de una administración tuerta, anclada por los bajos precios del petróleo y la consiguiente disminución de los ingresos –los tributos han bajado igualmente por los aranceles que cobran, en veintidós entidades, los narcos y sus cómplices en los gobiernos, sobre todo en el federal que obliga a los mandatarios estatales a secundarlos. Espero, todavía, que alguno de estos gobernadores bajo presión se atreva a hablar. Así tendremos la revelación que falta para proseguir la ruta y exigir un nuevo sistema de gobierno sin farsantes, ni herederos pusilánimes, ni ladrones en gestación.

Es tiempo aún de corregir… pero queda muy poco. Y, por lo visto, la soberbia se impondrá a la cordura. No son buenas noticias. Lo sé y lo siento de verdad.

Debate

De todos los políticos que he tenido la desgracia, y algunas veces, pocas, la fortuna de conocer, dos han destacado por su inclinación a ordenar y seguir los mandatos de las encuestas. El primero de ellos, Andrés Manuel López Obrador cuando desempeñó la jefatura de gobierno del Distrito Federal con buenos resultados que para algunos se eclipsaron por los bloqueos urbanos prohijados en el despertar general hacia la democracia. (Por favor, léase bien: NO es una crítica. Va para sus incondicionales).

Durante el periodo entre 2000 y 2005, cuando se retiró del cargo, siendo desaforado por intrigas palaciegas hijas de las vendettas partidistas absurdas, para convertirse en fuerte aspirante a la Presidencia de la República –que en realidad ganó contra lo expresado por el usurpador calderón-, todos los días exigía diversas mediciones de opinión para asegurarse que contaba con el respaldo necesario. El ejercicio acabó por perderlo: cuando, en campaña, se le tendió la trampa de entronizarlo en las encuestas para hacerlo descender en ellas, al final, cuando ya no podía reaccionar; y muchos se tragaron el anzuelo prohijando parte del embuste sobre la continuidad de la derecha en el poder.

Y el segundo es, sin duda, Manuelito Velasco Coello, bendecido en su unión con la simpática Anahí –a ver cuánto le dura su popularidad o si ésta se esfuma al estrenar residencia como sucedió con “La Gaviota”-, quien suele llevar a un escudero con computadora para exhibirle a todo el mundo que es el hombre más popular, querido y aceptado por los mexicanos. Una suerte de autohipnosis que ya se está creyendo el personaje por sus millonarias inversiones propagandísticas desde un erario empobrecido y limitado. ¿Quién es el patrocinador de la suntuosa boda con miles de invitados en un pueblo empobrecido por la demagogia?

Me enferma que el servilismo guíe a nuestra democracia mientras los encuestadores sirven al mejor postor e inducen a la ciudadanía manipulable por receptiva.

La Anécdota

Jacinto Canek, el caudillo de la insurrección de los mayas contra los invasores hispanos, fue capturado en noviembre de 1761 y ejecutado en la hoy conocida como Plaza Grande de Mérida; fue atenaceado –cortado a pedazos con unas tenazas- y quemado vivo como “ejemplo” para los suyos. Un siglo después sobrevino, en su nombre, la “Guerra de Castas”, considerando que para los hijos del Mayab el tiempo tiene otra dimensión.

Nunca hubo armisticio. Y el espíritu de Canek merodea por el Palacio de Gobierno de Yucatán. Lo he visto. Y ha dejado a los predadores creer en la impunidad; pero el castigo llega: así sucedió con víctor Cervera quien después de gobernar diez años, contrariando a la Carta Magna, acabó perdiendo una elecciones municipales, en Mérida, que lo llevaron finalmente hacia la muerte por la vía de un ataque al corazón fulminante en agosto de 2004.

Los que saben aseguran un igual destino para la corrupta, negligente y prepotente Ivonne Ortega Pacheco, lo más negro de lo que queda de la política caciquil en la tierra santa de Canek. Conste que es leyenda.

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