Rafael Loret de Mola – Diciembre Violento

RAFAEL LORET DE MOLA

  • Diciembre Violento
  • La Furia se Desata
  • Siquiera una Tregua

Por Rafael Loret de Mola

Cuando visité Tierra Santa durante el verano de 2000 –parece increíble que hayan pasado tres décadas-, dos hechos convulsionaron mi conciencia: encontrarme en los sitios sagrados inmersos en una violencia interminable y recorrer la Vía Dolorosa, por donde se yerguen capillas en cada estación del Vía Crucis católico, en medio de un zoco de comerciantes ávidos de vender cuanto pueda ocurrírsele, incluyendo la infaltable agua del Jordán. No parecía aquello un sitio bíblico ajeno a los fariseos ni a los romanos que clavaron una lanza en el pecho de Jesús de Nazaret; más bien, daba la impresión de ser una continuación moderna de los males ancestrales.

Rafael Loret de Mola - Diciembre Violento

Mientras permanecí por allí, la Autonomía Palestina, dentro de la cual se enclavaban Belén y Nazaret, fue recrudeciendo medidas para el acceso a la región y el gobierno israelí recurrió a las amenazas incesantes sobre los recursos bélicos que utilizaría contra sus atávicos enemigos, quienes se vieron desplazados en 1948 cuando la ONU decidió por ellos entregar una porción de su territorio a una nación sin suelo que reclamaba derechos sobre las huellas de sus ancestros acaso olvidándose que igualmente los palestinos podrían decir lo mismo. El Holocausto, sin embargo, debía repararse de algún modo para que el mundo jamás olvidara hasta dónde puede llegar la perversidad de los seres humanos.

Lo recuerdo bien porque, semanas después de mi periplo por aquellos lugares, un autobús rebosante de turistas voló y mató a decenas de personas provocando, una vez más, la alerta universal. Era el año 2000, el del Jubileo, con el Papa Juan Pablo II convertido en un mediador orante pero inútil. Rezaba, sí, pero no era suficiente, de modo alguno, para paliar la furia y el rencor profundamente arraigados en el alma de dos razas dividas y llenas de odios entre sí. ¿A quién dar la razón? Cualquiera que fuese nuestra inclinación daría lugar a las más severas descalificaciones y escozores profundos en el bando contrario, o que se considerase así.

Hace unos días, por ejemplo, un lector de esta columna me acusó de antisemita por el hecho de divulgar las atrocidades cometidas contra los niños y mujeres sirios enclavados en la zona bajo dominio del Estado Islámico de Iraq y Levante (ISIS, por sus siglas en inglés, y EIIL, en español). Aseguró que había señalado las siglas ISIS con otra denominación, lo que no hice de manera alguna:

“Lo que usted dijo que ISIS su palabra clave era ” israeli secret inteligence service” es ser antisemita ! Como se puede atrever a decir eso cuando el pueblo de Israel es el principal dañado y el principal país que tiene conflicto con el terrorismo eso es cultura general señor! No puede decir esas cosas tan inlógicas (sip)!”

La información incluía una cita al respecto pero no una afirmación tan irreflexiva como la pretendida. Luego me reprocharía, mostrándome su uniforme del ejército israelí, que sostuviera la intervención de los Estados Unidos en las ventas de armamentos al Estado islámico cuando también este país era el “segundo” afectado luego de Israel, naturalmente. Es curioso: en la coalición armada para combatir a los islámicos fundamentalistas se encuentran Francia, Rusia, Estados Unidos, Alemania, Irán, Iraq y Siria, pero no Israel cuyas preocupaciones son explicables por las cercanía con el conflicto aun cuando, hasta este momento, se han abstenido, islámicos e israelíes, de hacer suya la controversia.

La dicotomía fatal entre el bien y el mal absolutos, esto es si rozas los intereses de una nación te conviertes en enemigo de la misma bajo interpretaciones falaces, acelera los odios y desvía cualquier posibilidad de razonable entendimiento; nulo favor hacen los fanáticos, de un bando u otro, cuando persiguen a escritores, historiadores e informadores por cualquier causa y en cualquier sentido demostrando una intolerancia aguda y fuera de toda proporción. ¿Cuál será mi penitencia por insistir en la versión del ruso Putin en el sentido de que fue Estados Unidos quien proveyó de armas a los islamistas radicales con las que ahora atacan a Europa y amenazan a sesenta naciones, entre ellas México? Quizá por ello, los mexicanos deberíamos entender que la xenofobia contra nosotros es suficiente para levantarse en armas siguiendo la senda de las intolerancias ya descritas.

Por desgracia, en México el racismo y la repulsa hacia el extranjero se aplica al revés: basta “sesear” subrayando el acento español para tener una perspectiva de trabajo feliz y, por el contrario, ¡cuánto cuesta a los egresados de la UNAM, los pumas de corazón, incorporarse a nuestro mercado laboral… no digamos en España en donde ganarse un euro, si no se tiene el famoso Documento Nacional de Identidad (DNI) es prácticamente imposible.

(Hace algunos años una editora tuerta, Ada Datri, leyó una de mis obras y la elogió efusivamente; luego, siguiendo los mandatos de sus jefes –de Planeta-, impidió la publicación de “Las Tumbas y yo” alegando que no se mke conocía, como autor, en España; le comenté que para ello era necesario estar en el mercado y sopesar la respuesta pero no cambió su modo de pensar. A cambio de ello, en México recibimos toda la basura editorial hispana –no los títulos valiosos que sí se venden en Madrid y sus provincias-, como si fuéramos el almacén de salida para los escritores de escaso relieve en su país).

Por ello, las historias que nos llegan, infectadas por las componendas gubernamentales cuyo cauce se ha agigantado con el anuncio de una próxima República Catalana, lo cual me parece muy bien si es para acabar con los zánganos Borbones (con sangre mexicana, como demuestro en “El Alma También Enferma”), son tendenciosas y poco rigurosos, digamos como en los tiempos inexorables del franquismo negro, de la mano de una democracia opaca y llena de nebulosas. Como en Cuba, sólo hay versiones con avales oficiales y así se pretende que ocurra en México con los críticos… pero no van a lograrlo.

Sin duda, diciembre no será blanco este año sino profundamente rojo y es una pena enorme, sobre todo porque este lapso nos sensibiliza para la armonía aunque nuestros corazones se llenen de nostalgia; otros, por desgracia, se cubren de consumismo en cada uno de sus cartílagos; con ello, acaso, inquirimos que se borran todas nuestras indiferencias anuales, la lejanía entre padres e hijos, el abandono de los abuelos y el dolor de éstos por sentirse fallidos por no haber logrado retener, en el mayor número de los casos, afectos y cercanías.

Y siempre, en un inmenso porcentaje, en las mesas calan las ausencias profundamente.
Hablaremos, este mes, de la guerra inacabable, de la manera como las grandes potencias actúan de manera hipócrita: si Estados Unidos vendió armas a los islámicos, Rusia compra el petróleo sirio a los mismos. Son pecadores los dos desde perspectivas distintas e irreconciliables. Y, desde luego, la piel está demasiado sensible y la mente llena de temores fundados aunque los escépticos pretendan reírse de todo y de todos… como cuando hablamos de la urgencia de un cambio de sistema estructural para la vida política del país dentro de un pantano putrefacto.

No serán días tan felices como los de antaño; los juguetes más socorridos son los cibernéticos impregnados de violencia –Call of Dutty me aterra por cuanto forma adolescentes como genocidas virtuales-, y de un profundo desprecio por la vida humana, no así por la de los animales a quienes se extiende el amor más tierno imaginable sin sopesar el dolor por la derrota social de los niños y los débiles entre los seres humanos. Sin darnos cuenta vamos convirtiéndonos en bestias con el becerro de oro en un nicho y los racionales convertidos en fieras dentro de un circo de guerra. ¿Es esta perspectiva la que pretendemos heredar a las nuevas generaciones?

Me horroriza sólo pensarlo pero no pierdo la esperanza. Cree en las buenaventuras de diciembre y en los propósitos de enero. Quiero alcanzar el 2016 con menos agobio y un mejor gobierno. Por eso nadie puede quedarse con los brazos cruzados ni el marcado desinterés de los esbirros gubernamentales. Me dicen senil por señalarlo; no niego que se me eriza la piel porque me siento más vital que cuantos, detrás de los escritorios y las trincheras, prefieren el actual estado de cosas, por cobardía, antes de dar la cara ante la casona de Los Pinos aunque vaya solo o con una decena de valientes mexicanos.

Debate

Nos prometieron “operativos” definitivos y nos encontramos con más muertes y mayor terror en las entidades bajo fuego, como Guerrero, en donde el nuevo gobernador, Héctor Astudillo Flores, no puede sostener su palabra porque, sencillamente, le han dejado a su suerte las autoridades federales –incluyente las castrenses-, para que, si puede, cumpla sus promesas sobre la cancelación de la violencia casi por decreto. No ha sido así, desde luego, considerando como punto de partida su asunción al poder Ejecutivo de su entidad.

Las muertes se multiplican –si bien la mercadotecnia ha sabido situar por encima el debate nacional sobre si debe o no permanecer Chabelo ante las cámaras de Televisa-, y la represión también pero ahora con una diferencia sustantiva: los funcionarios estatales, en ejercicio o con reciente renuncia, se han dado en señalar las tremendas falsedades emitidas por los mandos militares en torno a los genocidios conocidos.

Rogelio Ortega Martínez, académico de izquierda designado para un breve mandato substituto en Guerrero, no dejó de señalar que fue el secretario de Gobernación, miguel ángel osorio chong, quien le conminaba a “ocupar” la Normal “Raúl Isidro Burgos”, en la dolida y afrentada Ayotzinapa, sin importar el derramamiento de sangre. El entonces mandatario se opuso y antes de dejar el perentorio cargo denunció el hecho sin que tuviera la menor repercusión; seguramente peña ni vio ni oyó como diría el nefasto salinas.

Otro caso es el del procurador mexiquense, Alejandro Jaime Gómez Sánchez, puso la mano –ya no el dedo- en la llaga al acusar a los operadores del ejército, enviados por el general salvador cienfuegos zepeda, de modificar las escenas criminales de Tlataya, acaso el inicio de las acciones deplorables del mando de la Defensa Nacional, y no las autoridades locales como se pretendió acusar. El señalamiento es tan grave que debe, con ello, procederse contra el general mencionado y sus subordinados inmediatos. O, cuando menos, obligarlos a exponer, en declaraciones ministeriales, sus puntos de vista. ¡Juicio para ellos!

La Anécdota

Dudamos que en este diciembre, como en los tiempos hasta de las conflagraciones universales, tengamos una tregua. No sólo las naciones guerrean sino también las culturas y las religiones. Es inadmisible, en entorno de tal magnitud, que un Cardenal, en este caso Norberto Rivera Carrera, incite a formar un círculo de guerra contra el Estado Islámico por temor a ser rebasado por éste en una o dos décadas.

Más allá de cuanto esto implica, parece lejano alcanzar cuanto significan las fechas navideñas por llegar: la posibilidad de una festividad blanca, no sólo por la nieve que nos llega de los países nórdicos sino por la exaltación de la inocencia, sobre todo en los niños, masacrados desde el aire por quienes dominan al mundo. El mismo salvajismo de hace dos, tres mil años.

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