Rafael Loret de Mola – Dislates y burlas

RAFAEL LORET DE MOLA

  • Dislates y burlas

Por Rafael Loret de Mola

Asegura el señor peña nieto, Presidente de este México atosigado por la demagogia y las mentiras recurrentes, que cuatro y medio millones de mexicanos son beneficiarios de la Cruzada contra el Hambre. El dato es singular porque no corresponde a la escasa productividad de nuestro campo que obliga a elevar la importación hasta de granos básicos, un renglón sobre el cual fue declarada la autonomía en 1991, en la era salinista, con un vocero de excepción: El profesor Carlos Hank González, en su calidad de secretario de Agricultura y Recursos Hidráulicos. ¿Nos mintieron entonces? ¿El engaño se prolonga hasta hoy?

También se habla de la creación de un millón 400 mil empleos. Sólo que el crecimiento nacional demanda fuentes de trabajo para dos millones y medio de mexicanos cuando menos. Los faltantes, claro, no tienen otro remedio que buscar oportunidades en el poderoso vecino del norte, así sean mal pagados a comparación de quienes hacen el mismo trabajo pero no están estigmatizados como “indocumentados”, al punto de que, como anunciamos hace meses, las remesas enviadas por ellos hacia México ya constituye la mayor fuente de ingresos desde el exterior ante el estrépito de la caída en el valor de la mezcla mexicana de crudo valuada por debajo de los 45 dólares por barril. ¿Observan ustedes la farsa detrás de los entretelones del poder? Sencillamente, cotejar las estadísticas hace indefendible la posición del gobierno peñista, considerado ya el de mayor retroceso de la historia en, cuando menos, un siglo.

Una de las muestras más claras de la odiosa corrupción ingente lo tenemos, sin duda, en el desarrollo, paso a paso, del magno proyecto para edificar un aeropuerto en la ciudad de México –para atender sólo al ocho por ciento de la población que utiliza este medio de transporte y al turismo que viaje entusiasmado, sin estimar los grados de violencia y los secuestros, hacia los hoteles “all inclusive” en donde la comida mexicana se convierte en fideos-, cuya inversión se situó, en principio, en la hermosa cifra de 175 mil millones de pesos, obviamente imposibles de reunir con un gobierno maniatado por su propia demagogia.

Hace unos días, con motivo del deplorable y deshonesto “tercer informe”, lejos de reconocer la parálisis del país evidente se insistió en el eslogan barato de que se está moviendo a México… sin caminos y, por ende, sin destino ciertos. La realidad salta a la vista: sólo respecto al pomposo proyecto aeroportuario, con la “equis” que tiene algo de cruz y de calvario en la poesía de Ricardo López Méndez, han debido recortarse cuatro mil millones de pesos de los seis mil 871 millones contemplados, casi dos terceras partes. Y el avance en las obras, poco visible, es de solo uno por ciento a través de doce meses en los que se pasó del entusiasmo al silencio ominoso.

Como no hay recursos, las obras se estancan y las promesas infecundas se volatizan. ¿Compromisos firmados? ¿Cuánto vale la signatura de Enrique Peña entre los mexicanos mil veces engañados? He dicho, no pocas veces, que los mexicanos conformamos la nación más conformista del planeta, acaso por ausencia de información precisa, pero puede volverse feroz cuando el hartazgo la domina.

Y ahora estamos en una peligrosa etapa de crispación en la cual, cada día, se arroja más leña a la hoguera acaso con el ánimo secreto de provocar un caos para facilitar las rectorías de los Estados Unidos y nuestra postración eterna. Así lo intentó Miguel de la Madrid cuando despreció a los pueblos del sur, a Latinoamérica, para ser considerado el mejor cabildero del Fondo Monetario Internacional. Siete lustros llevamos con este error a cuestas y lo peor: Nadie quiere corregirlo en la esfera gubernamental por necedad, obcecación y complicidad.

Respecto al aeropuerto de marras, sí se tuvo dinero para pagar hasta el 17 por ciento de lo presupuestado por el proyecto presentado por el célebre –también ladrón- Norman Foster y su socio mexicano Fernando Romero Havaux, yerno de Carlos Slim Helú. Esto es, por extender los planos, la mancuerna se embolsó veintinueve mil millones de pesos que, estos sí, fueron cargados al erario sin que aparecieran en el pomposo y a la vez sesgado informito presidencial. Por lo regular, los proyectistas no cobran más del cuatro por ciento del valor de la obra; en este caso, la esplendidez del Gobierno mexicano fue inversa a la tendencia de curar el hambre popular con migajas desperdigadas.

Por si fuera poco, el uno por cierto de “avance” no tiene que ver con estructura alguna sino con los estudios sobre el suelo lacustre en donde, por capricho y no por visión de futuro, se situó al campo aéreo que, según dijeron, igualaría al de Beijing o se quedaría a un punto de éste. Una proeza de la arquitectura moderna con la que pudieron endulzar el día de los ingenuos, sólo uno insistimos bajo la base de una manipulación colectiva equiparable a la avidez de los corruptos, nunca más ambiciosos y predadores.

Esto es: si al segundo año se reduce en setenta por cierto el presupuesto destinado a avanzar en nueve por ciento, a lo largo de 2016, en el aeropuerto de lujo, ¿cuánto terminaremos con esto? Es posible que deberemos esperar un siglo, o más, como en el caso de la suntuoso Templo de la Sagrada Familia del visionario Gaudí, enterrado allí mismo, en la antes vanguardista Barcelona cuyo gobierno fascista la lleva, sin remedio, al colapso en medio de rencores atávicos y ausencia de
perspectivas.

Y no hablemos de los trenes de alta velocidad, cuyas comisionistas, las hermanitas Ana Cecilia y Verónica –como los lances iniciales de los diestros en el ruedo para que lo apunte el oscurantista gobernador de Coahuila y pueda congraciarse con su temido señor Peña-, cobraron lo suyo por adelantado al tiempo que la empresa China Railway fue descartada, luego de ganar el concurso, para “evitar un escándalo”, otro más, en torno a las ambiciones desatadas del clan Peña Nieto.

El asunto nos costó, nada menos, una indemnización de cuatrocientos millones de pesos –aunque luego del desaguisado se empeñaron en negar las autoridades hacendarias-, a los chinos mientras el mandatario en funciones huía por allí y Australia a la controversia sobre las matanzas de Tlatlaya y Ayotzinapa. Y todavía faltaban Tanhuato, Apatzingán, Vallarta y algunas más movidas por el cuantioso dinero resguardado por los mafiosos en casas de seguridad de tales poblaciones. Lo demás es historia cursi.

Por cierto, los técnicos de la UNAM aducen que “están tratando” de que el hundimiento “natural” del nuevo aeropuerto no sea de más de medio centímetro al año. Esto es que se derrumbe hasta que peña no esté vivo siguiendo la pauta del Palacio de Bellas Artes y otras edificaciones similares cada vez devoradas con mayor intensidad por lo que fue la Laguna de Texcoco en los tiempos gloriosos de la vida
prehispánica.

Y cual si fuese una maldición atávica, estadounidenses y españoles están prestos a invertir, a precios de regalo considerando la creciente violencia –tan efectiva para abaratarnos con lo cual sería necesario, de existir la justicia, una exhaustiva indagatoria sobre los patrocinadores ocultos de las mafias en conflicto-, en los renglones de comunicaciones y, desde luego, en la barata petrolera que se pretendió estimular con la reforma energética que se fue por la borda… a menos de que en Pemex y la superioridad se sufra de imbecilidad degenerativa.

La burla, la demagogia, las mentiras están más claras que el agua. Es indefendible la posición de un gobierno de sinvergüenzas listos a vender cuanto les queda de país, nuestro país, arrebatándole a los mexicanos sus riquezas esenciales para siempre. PARO NACIONAL. 14 DE OCTUBRE.

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