Rafael Loret de Mola – Sigue Todo Igual

RAFAEL LORET DE MOLA

  • Sigue Todo Igual
  • De Votos Perdidos
  • Elegir al Priísmo

Por Rafael Loret de Mola

Rafael-Loret-de-Mola-Sigue-Todo-IgualUna fecha como hoy, aunque cayó en jueves, el de Corpus, hace ya cuarenta y cuatro años, debí esconderme detrás del portón de una puerta perseguido por “Los Halcones”. Curioso es decir que mi padre era entonces gobernador de Yucatán y ya no sabía cómo convencerme de que apretara mis ímpetus juveniles hasta que me entendió. (Un reconocimiento para su Memoria porque, en estos días, soy incapaz, como padre, de entender a mi hijo adolescente y su compulsión por jugar juegos cibernéticos con cañonazos de alto estruendo de paso; la verdad, varias veces le he retirado el aparato infernal sin el éxito buscado: me ha resultado peor el remedio que la enfermedad).

En aquel entonces, pese al navajazo genocida de Tlaltelolco, todavía salíamos a la calle con los puños en alto como nos enseñaron los atletas estadounidenses pertenecientes al “Poder Negro”, durante nuestros Juegos Olímpicos –de la sangre a los laureles en un viaje de diez días-. Pese a cuanto pueda decirse de la masacre de aquel siniestro 2 de octubre, los preparatorianos y universitarios de aquello días teníamos cuerda para mucho más y, sin embargo, optamos por no alterar la gesta deportiva, no por frivolidad sino conscientes, de verdad, que los ojos del mundo estaban puestos sobre México cuya imagen requería ser exaltada y jamás denigrada. Eso pensábamos entonces muchos aunque no nos olvidáramos, en los corazones heridos, de los cientos de compañeros caídos, muchos más a los que exalta y recuerda la plaza conmemorativa en la Plaza de las Tres Culturas.

La represión se volvió parte de los usos del titular del Ejecutivo quien optó por separar de la Regencia defeña al neoleonés Alfonso Martínez Domínguez, seis años después rehabilitado por josé lópez portillo quien lo lanzó al gobierno de Nuevo León, con apenas oposición, luego de que el primero, con la cabeza baja y un tono franco de humildad le dijo al mandatario:

–Estoy en el ostracismo; si me saca de aquí, no habrá gobernador, ni político alguno, más fiel a usted que yo.

Y hasta le construyó a su “amigo pepe” una grotesca estatua ecuestre como si tal hubiese sido su característica, la de montar como los antiguos caudillos de la posrevolución; a menos, claro, que fuera alegoría para otra clase de monturas imposibles de representar escultóricamente para exaltarlo. Sobre la potranca Rosa Luz, por ejemplo.

El ejército fue pidiendo, al tiempo que el gobierno civil se corrompía hasta la médula –hoy se alcanza ya un nivel que se antoja superior a la capacidad de asombro de los mexicanos-, canonjías y privilegios a cambio de no poner en predicamento a los subsecuentes gobiernos. De hecho, la asunción del mencionado lópez portillo, se dio en diciembre de 1982 luego de que noviembre hubo un conato golpista encabezado ¡por el propio luis echeverría, su predecesor y falso “cuate” de la infancia! Tal era la estrategia para intentar disminuir la fuerza del nuevo mandatario y obligarlo a someterse a la autoridad de su antiguo jefe para reinstalar el deplorable “Maximato callista”. No hubo tal, desde luego, pero el ejército comenzó a medir sus verdaderos alcances.

Todos sabían, entre los mandos castrenses, que el general Marcelino García Barragán, jalisciense leal, había optado por defender la institución presidencial, tras los sucesos de Tlaltelolco, cuando hubiese podido inclinarse por un golpe de Estado con la soldadesca en las calles y la población civil bajo una represión infame –no al grado de lo ocurrido en Chile con el abyecto Augusto Pinochet, ya extinto y seguro huésped de las tinieblas-, en la cual, como tanto se ha escrito, el solo hecho de ser estudiante era una invitación flagrante a ser agredido por un genízaro sin criterio alguno salvo el de la macana y los golpes. Debíamos caminar por las calles con extremo cuidado tratando de no toparnos con un algún agente enfebrecido, ansioso de sangre como los vampiros de Brazov.

Pregunto, si algo ha cambiado. Nuestros jóvenes temen salir a la calle como en aquellos años aun cuando se sientan valentones “por grandes”; los niños son reprimidos en sus casas por el temor de sus padres ante tantas noticias cotidianas que nos habla de las peores cosas, incluso de la moda actual: la de las jovencitas, sobre todo, que van marcándose los brazos con algún “cúter”, por el placer que según ellas les entrega el dolor físico para mitigar los del alma. Si hablan en serio, ¡qué terrible es el entorno legado por nosotros y cuánta responsabilidad tiene una sociedad tolerante, desinformada y, sobre todo medrosa ante los histéricos gritos de un gobierno sin autoridad moral, como tampoco la tuvieron los regímenes de díaz ordaz y echeverría?

¿Ha cambiado algo?, repito la pregunta. Y conocemos de matanzas frecuentes en algunas entidades del país bajo microscopio, y en otras en donde los escándalos no llegan al centro de la patria, cien veces desviados por los panegiristas oficiales. Por ejemplo, el drama de los emigrantes centroamericanos secuestrados por sicarios y otras bandas para destinarlos a la esclavitud de las minas de oro –con anuencia del criminal Grupo México de Germán Larrea Mota-Velasco de cuyo equipo comienzo a recibir amenazas; lo asiento para que, en cualquier caso no previsto, se revise esta línea de investigación-, comenzó a conocerse luego de la aparición de fosas clandestinas en San Fernando, Tamaulipas, en 2011, hace apenas cuatro años. Ciento noventa y tres cadáveres sin identificación hasta ahora.

Luego la moda de las fosas se extendió a los estados más conflictivos del país y renació con el doloroso, inolvidable y brutal episodio de los cuarenta y tres jóvenes de Ayotzinapa que marcó, con hierro incandescente sobre su piel, el sexenio de la barbarie encabezado por peña nieto quien, en ese instante, perdió la historia y comenzó a ser exhibido, además, como corrupto, vende-patrias, negligente, incapaz y presunto asesino al volverse cómplice de quienes se han convertido en eso al masacrar segmentos de civiles a los que, primero, asestan el calificativo de delincuentes hasta que aparecen sin remedio, sobre todo por descuido, las pruebas de que las matazones no son como las cuenta el ejército ni sus mandos.

Pero más lamentable es otear hasta un siglo y poco más atrás para encontrarnos son la aplastante similitud de hechos como los de la rebelión de Cananea en junio de 1906 cuando el porfiriato declinante llegó a la vergonzosa actitud de permitir el paso de los “Rangers” texanos a territorio nacional para proteger a los empresarios estadounidenses e ingleses dueños de la región, y los asesinatos e mineros en Pasta de Conchos, Coahuila, en febrero de 2006, a cien años justos entre un drama y otro. Como una premonición de que en 2010, sin remedio, comenzaría una revuelta similar aunque, claro, la geopolítica nacional es otra y no basta con un levantamiento, o una batalla como la histórica de Ciudad Juárez, para derribar a una tiranía. Ahora correría mucha más sangre.

Tres años más tarde, en junio de 2009, una guardería infantil, en Hermosillo, se convirtió en crematorio. Pocas veces en mi vida he sentido tantas ganas de llorar que al observar las fotos de los bebés calcinados –cuarenta y nueve-, en un turbio almacén adoptado con cuneros y al lado de un predio oficial en donde el salvaje y criminal ex gobernador Eduardo Bours Castelo –accionista principal de Bachoco, empresa a la que deberíamos boicotear los mexicano de bien; yo ya lo hago-, ordenó quemar la papelería comprometedora de su gobierno ante la inminencia de las elecciones. El solo hecho es demostrativo de la podredumbre de esta administración y eleva los niveles de la corrupción a la estratósfera.

Y, sin embargo, su sucesor, el panista Guillermo Padrés Elías, beneficiario del horror, no dio seguimiento alguno al crimen de la peor negligencia concebible armado desde la concesión que solicitó la entonces “primera dama”, Margarita Zavala al director del IMSS, entonces Juan Molinar Horcasitas, residente desde hace unas semanas del inframundo, a favor de su parentela cuya cabeza visible es Altagracia Gómez del Campo. Nauseabunda la crónica y peor que hubiese tantos sonorenses que votaran por el PAN. ¿Lo hicieron de verdad? Por dignidad, me hubiese abstenido de ser parte de esta entidad a la que tanto se ha castigado.

Luego de los comicios del domingo 7 todo permanece igual, como hace cien, cincuenta, diez o seis años.

Debate

¿Cuántos votos se perdieron o fueron manipulados, antes o durante el proceso electoral del domingo 7 de junio? Desde luego, es difícil dar seguimiento, como cuando se trata de un envío, del curso que tomará nuestra boleta; incluso el paquete electoral que supuestamente lo ha integrado. En 1988, a gritos como es su costumbre, Diego Fernández de Cevallos insistió en quemar la papelería que comprobaba el fraude contra los ingenieros Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el vencedor, y Manuel Clouthier del Rincón, quien jamás aceptó los resultados hasta su muerte el primero de octubre de 1989, arrollado por un tráiler dirigido por un helicóptero para que no fallara. ¡Cuánta prisa tenía Carlos Castillo Peraza, icono del panismo aunque renunciara a éste en 2000 -antes de morir en Bonn, Alemania, en brazos… mejor les cuento otro día-, por aceptar la versión oficial y asegurar que el “accidente” no dejaba ninguna duda sobre un posible atentado. ¡Mintió descaradamente y el oprobio le acompañará por siempre! Lo cierto es que “El Maquío” ya sopesaba entonces la posibilidad de integrarse al nuevo partido de Cárdenas Solórzano.

Desde entonces, los fraudes han sido recurrentes y los muros de la simulación más altos. ¿Ya entendieron los manipulados de siempre que las votaciones se resuelven ANTES de emitirse el primer voto? ¿Van a seguir por la senda de la simulación o buscaremos alternativas viables para derruir al sistema? Estoy por lo segundo. ¿Nos siguen?

La Anécdota

A un sector de priístas les tiembla la mano cuando llegan a las urnas. La formación –más bien la deformación- les impulsa a creer que deben toda su lealtad a “su” partido y no a su país ni, mucho menos, a su conciencia. Y recaen, una y otra vez. Pregunté a uno de ellos sobre este singular comportamiento y respondió:

–Con esta convicción me formaron; y con esta convicción moriré.

–Lamento informarte –le respondí- que ya estás muerto porque has dejado de luchar y te dejas llevar por una corriente que ya no tiene nada en común con aquella a la que te adheriste de joven

–Pues sí. Tienes razón… pero no sé votar por nadie que no sea del PRI.

A este grado llega el antiguo y todavía cercano lavado de cerebro. ¿Y seguiremos permitiendo la guerra sucia que sólo confirma la inmundicia del sistema?

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