Sandra Torres en el país de la misoginia patriarcal

Por Ilka Oliva Corado / @ilkaolivacorado

ILKA-CORADOLo que le espera a Sandra Torre en Guatemala es casi nada: ser lapidada por una sociedad aterradoramente patriarcal, de doble moral,  clasista y misógina. 

Una sociedad donde las mujeres les tiran piedras a otras, siguiendo con normas impuestas que unas copian  al pie de la letra porque les conviene jugar del lado del patriarcado para beneficio de  su comodidad profesional y personal. ¿Aló arribistas? Porque con esto logran encajar en ciertas burbujas donde no hay aire que despeine.  Una terminología del insulto que promueve la violencia de género tanto en hombres como mujeres. Por una lado están quienes lo saben perfectamente y por el otro los que por ignorancia lo repiten. En ambos casos los protagonistas apestan a boñiga. 

 En su mayoría quienes insultan a Sandra Torres son los que en las elecciones pasadas dijeron que era mejor  una ladina para vicepresidenta que una indígena, porque la ladina nos representaba bien como país. Por supuesto refiriéndose a la hoy (merecedora al premio de mejor actriz) triste flor marchita Roxana Baldetti.  Quién la hubiera  visto en el proceso de botón a flor en esplendor cuando destilaba arrogancia, veneno y poder. 

Muchos periodistas de altos vuelos y creyéndose intectuales  (porque viven en un  país donde dos o tres pelones leen)  mostrando a toda luz su carácter machista intentan minimizar a Sandra Torres diciendo que era ella quien llevaba los pantalones en el gobierno de Álvaro Colom. ¿Acaso les pesa que una primera dama  tenga carácter y protagonismo? Porque aquí el punto no es lo que ella hizo como primera dama, sino la insolencia según los misóginos de ella al salir de las sombras del esposo lugar que le debía corresponder por orden milenario.  ¿La quieren de maniquí como a las tantas otras? ¿Qué posen nada más para la foto y que se vistan elegante, se bañen en lociones caras y vivan a la sombra del presidente? Porquería de “profesionales” que por desgracia están en los medios de comunicación alienando mentes que de por sí están más que podridas. Si van a debatir, si van a opinar háganlo como personas cabales no atacando con violencia de género. ¿En dónde están todas esas perchas de títulos universitarios de las que tanto alardean? Úsenlas para ir al  baño porque no les sirven de nada.

Es inadmisible el nivel de campaña negra que están lanzando en su contra, con una violencia de género increíble,  cosa que no sucede con un candidato hombre o que nunca se vio con la candidatura de Roxana Baldetti, el clasismo y la hipocresía pesan. Hipocresía porque cuando esa clase media urbana destartalada se vio tocada en los bolsillos, como toda proyección de intelectualidad y arrestos dio por atacarla como mujer, con insultos, con carteles que la denigraban como mujer, carteles que cargaban orgullosamente mujeres, niñas, adolescentes, estudiantes universitarios, profesionales de le educación superior: catrines ellos.  Y no solo la atacaron a ella como mujer, porque Guatemala sufre del mal de la homofobia y arremetieron contra  sus hijos, que a nadie le tiene que importar si son homosexuales o no, pero los denigraron, los redujeron, los acosaron con tanto insulto a ellos y  por ende a la comunidad TGBTI. 

Esas redes sociales que en otros países son plataforma poderosa para los movimientos sociales en Guatemala es reducida a una palestra donde figuran la hipocresía, la doble moral, la homofobia, el odio, la altanería: jamás la consecuencia política y humana. Las redes sociales en Guatemala son ese hilar de estupideces que bien disfrutan las cabezas vacías que viven de pelar a los demás.  Donde desfila la misoginia a todo lo que da. Creo que no tengo que explicar con manzanas qué nivel de la sociedad es la que tiene acceso a un teléfono inteligente y a una computadora. 

Independientemente de lo que Sandra Torres represente para la política guatemalteca en estos momentos, jamás debe ser atacada como mujer ni personalmente, si se le va a cuestionar, si se le va a criticar, a exigir que sea  en su responsabilidad  como candidata presidencial se tiene que hacer con respeto. No promovamos la violencia de género que nos perjudica a todos,  que a todos nos minimiza como seres humanos porque con eso lo que hacemos es respaldar los insultos, los golpes, las violaciones sexuales y las feminicidios, recordemos que  una cosa lleva  a la otra. 

Para las mujeres que como toda crítica la acusan de puta les recuerdo que todas las mujeres somos putas. Para los hombres que la intentan insultar diciéndole puta, les recuerdo que  son hijos de una puta, que sus hermanas son putas, que sus abuelas son putas, que sus novias, amigas, esposas, compañeras, hijas  también lo son.  Que ustedes mismos son putos. Para quienes en estos momentos le dicen a Baldetti hija de puta, recuerden de dónde nacieron. 

¿Cómo pretendemos que Guatemala florezca si nosotros como sociedad somos una peste que aplaude, respalda y promueve la violencia de género? Cómo pretendemos que llegue un gobierno que haga cambios profundos si el cambio debemos empezarlo nosotros y ni por dónde que eso sea posible. Cómo pretendemos que el sistema de justicia funcione si nosotros mismos promovemos y ejercemos  la violencia. ¿Cómo pretendemos que no existan los feminicidios si nosotros a una candidata a la presidencia le decimos públicamente que la queremos ver despedazada en una bolsa plástica tirada en una cuneta? Si hacemos mofa de su físico, de su forma de hablar. 

En fin, acúsenme como siempre lo hacen  de no amar Guatemala,  de que no tengo derecho de opinión porque vivo fuera.  Acúsenme de lo que quieran yo no aplaudiré  hipocresías, ni clasismos, ni a cachurecos y  mucho menos la violencia de género. 

Y mucho ojo con esa vergüenza del periodismo guatemalteco que tiene sus intereses muy bien definidos y que quiere hacer ver a Sandra Torres como el inmenso monstruo de mil cabezas que con sus brazos de pulpo quiere asfixiar a un “pobre y honesto”  Jimmy Morales. (Tan ojete como el genocida Otto Pérez Molina).  Pero ese es tema para otro artículo. 

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