La cumbre escarlata o el exceso como homenaje al cine gótico

Por Elizabeth Piña Hernández

La cumbre escarlata o el exceso como homenaje al cine gótico

Hay filmes que aparentan carecer de solidez narrativa y que por lo mismo parecen alumbrar esta oscuridad a través de la luz del efectismo, eso parece ser Crimson Peak (2014), el más La cumbre escarlata o el exceso como homenaje al cine góticoreciente filme del cineasta mexicano Guillermo del Toro,  a primera vista. Sin embargo no es la única película que ha sido calificada como excesiva en la historia del cine, una de ellas es New York, New York (Scorsese, 1977), en la que Scorsese recrea un universo extinto, el del gran musical americano de los años 40 y 50,  un proyecto cargado de referencias, lleno de nostalgia cinéfila que casi era contemporánea de la serie de televisión That´s Entertaiment! (1974), donde Gene Kelly y Fred Astaire, conductores de ese programa, mostraban en carne propia el paso del tiempo. El resultado: New York, New York, fue un fracaso comercial y de crítica, a pesar de tener como protagonistas a Robert DeNiro y Liza Minnelli; la causa: Los jóvenes veían en ello un producto sin interés dirigido a sus padres o abuelos, los críticos de la época la consideraron excesivamente referencial, atrapada en la época. Hoy la crítica ha cambiado su percepción del filme  obra maestra.

Lo mismo ocurre con La cumbre escarlata (Crimson Peak), una película plagada de referencias que van de Cumbres borrascosas (Wyler, 1939), con esas sutiles transiciones en contraluz como si mirásemos tras un objeto,  a  Rebeca (Hitchcock, 1940), en  el oscuro  personaje Lady Lucille interpretado por Jessica Chastain que recuerda al ama de llaves que tanto atormentaba a la protagonista interpretada por  Joan Fontaine.

Mrs.Danvers (Judith Anderson) “el ama de llaves” y Joan Fontaine en Rebeca
Mrs.Danvers (Judith Anderson) “el ama de llaves” y Joan Fontaine en Rebeca

La maraña de referencias se extiende a  Sospecha (Hitchcock , 1941)  y Luz que agoniza (Cukor, 1944), donde la heroína Edith Cushing (Mia Wasikowska) es enamorada por un personaje de oscuro pasado (en este caso Thomas Sharpe (Hiddleston) /Lady Lucille), que poco a poco consigue sugestionarla al grado de  marchitarla y aislarla del mundo para conseguir heredar sus bienes, hasta que la heroína se arma de valor averigua sus verdaderas intenciones y lo  confronta. 

Paula Alquist (Ingrid Bergman) confronta a Gregory Anton (Charles Boyer) al descubrir que sólo se casó con ella para obtener unas joyas incrustadas en un vestido oculto en el ático de su casa en Luz que agoniza.
Paula Alquist (Ingrid Bergman) confronta a Gregory Anton (Charles Boyer) al descubrir que sólo se casó con ella para obtener unas joyas incrustadas en un vestido oculto en el ático de su casa en Luz que agoniza.

De ahí salta a Los huéspedes (Allen, 1944), La caída de la casa de Usher (Corman, 1960) y La mansión de los espectros (Wise ,1963)  en lo que se refiere a la concepción de la mansión embrujada y finalmente a aquella que quizá es la principal Los inocentes (Clayton, 1961), desde los créditos inciales donde aparece la canción de cuna que Lady Lucille canta a Thomas en lugar de la música introductoria de la Universal y en la relación perversa entre los hermanos  que atormentan a Edith.

En Los inocentes dos niños son poseídos por dos amantes muertos en pena, su institutriz la señorita Giddens (Deborah Kerr) sufre el influjo que estos espíritus ejercen sobre los niños.
En Los inocentes dos niños son poseídos por dos amantes muertos en pena, su institutriz la señorita Giddens (Deborah Kerr) sufre el influjo que estos espíritus ejercen sobre los niños.

La auto-referencias cinematográficas deriva mucho de sus producciones anteriores de filmes como  El espinazo del diablo(2001) en la caracterización de los fantasmas atrapados, El laberinto del fauno(2006), Mama (Muschietti, 2013) de las que retoma  las mariposas y  polillas como elementos tonales.

En New York, New York, Scorsese no pretendía revivir el esplendor del musical americano, más bien homenajeaba a ese cine extinto, con el afán de revisar su historia; lo mismo podría decirse de Guillermo del Toro, él está consciente de que las fórmulas  del cine gótico pueden parecer marchitas y caducas en nuestra época, pero no pretende revivir su gloria, sino demostrar que es necesario repensarla.

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