Ciudades “Felices”

RAFAEL LORET DE MOLA

  • Ciudades “Felices”
  • Corrupción Pesada
  • Mondragón sí Sabe

Por: Rafael Loret de Mola

Todo está tranquilo. En paz. No se observan vehículos con militares y armas engatilladas patrullando por las calles; tampoco patrullas, salvo alguna excepción más o menos natural, vigilando los flujos del tránsito o las zonas céntricas rebosantes de felices mercenarios de blancas y de lavadores de dinero. Los turistas, aunque escasos, solicitan ver, primero que el bello malecón, las casas aseguradas al capo de capos, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera en Culiacán. Y quienes saben aseguran que por allí mismo pulula Ismael “El Mayo” Zambada y Juan José Esparragoza “EL Azul”. No están en la sierra… salvo que ésta sea la denominación en clave de la capital de Sinaloa.

Es tanta la calma que resulta imposible pensar en que no existe complicidad entre los grupos delincuenciales y los narcotraficantes. Peor aún, las llamadas “mejores familias”, esto es las adineradas y con gran influencia entre los pasajeros detentadores del poder político, ya están acostumbradas a que sus “juniors” en vez de afanarse por las empresas de sus progenitores intenten sumarse al gran negocio de la región: el narcotráfico y su gran derivado, el lavado de dinero. De hecho, ya no observa mal esta tendencia mientras las autoridades permanecen en un estado de invernación cuando todos por allí conocen a los grandes capos y a los pequeños “jefes” esparcidos por todos los sitios, sin restricciones ni agobios.

Todos hablan que, por ejemplo, Ismael “El Mayo” Zambada y Juan José Esparragoza “El Azul”, socios que fueron de “El Chapo”, deambulan por la urbe sin el menor agobio y mantienen varias cajas de seguridad. Por ello sólo se explican la captura de Guzmán Loera bajo dos perspectivas: la de la traición o la entrega concertada para dar sosiego a la administración federal, más experta en el manejo mediático que en la capacidad de las fuerzas públicas para llegar a los “blancos” de mayor relieve; pero, para ello, al parecer, deben intervenir la DEA y los marines infiltrados. Mientras no surja la consigna, sencillamente las cosas marchan igual.

En Culiacán el lavado de dinero es hasta callejero. Muy cerca del centro de la ciudad, a trescientos metros del Palacio de Gobierno, cuyo titular, Mario López Valdés, Malova –¿o debiera escribirse “malo-va”?-, varias callejuelas están adornadas con la presencia de hermosas edecanes, obviamente de la alta sociedad y con los rasgos más delicados de las bellezas femeninas de esta extensa región de la patria, que ofrecen comprar y vender dólares, pagando más por ello u ofertándolos por debajo del tipo de cambio oficial. Obvio es decir que la rúa está repleta, rebosante, con colas larguísimas frente a las casetas hacia donde las damas con minifaldas y sugerentes escotes, escoltan a los clientes que cambian cien mil, medio millón o un millón de pesos… para ganar enseguida, sin necesidad de especular en Bolsa, un treinta por ciento más sobre el valor oficial de las divisas. Una rueda de la fortuna mucho más atractiva que los casinos en donde, cuando menos, jugar conlleva cierto riesgo; aquí, en cambio, se protege la actividad como parte de lo que se ofrece a lugareños y visitantes. Todos felices.

A poco más de un mes de la aprehensión del “Chapo” Guzmán ni siquiera se mantienen los retenes de seguridad. El aeropuerto está libre de una vigilancia excesiva –sólo se mira a un solo policía que otea el equipaje, con mucha mayor flexibilidad que los asignados a las zonas fronterizas o a la ciudad de México-, y lo mismo las estaciones de autobuses. Como si nada hubiera pasado. Y, por cierto, la constante es descubrir a los “capos” de mayor relumbre paseándose hasta sin escoltas; por eso no era extraño que “El Chapo” viajara con cuatro testaferros. Pero, ¿y los demás?¿No se dijo que desmantelarían al cártel o “Confederación” de Sinaloa?¿O la puesta en escena sobre la caída de Guzmán Loera fue consecuencia de una estrategia acordada para blindar las rutas de las drogas hacia el norte, allí en donde, tras cruzar la frontera, “desaparecen” los cargamentos rebosantes de drogas, lo mismo metanfetaminas –controladas por la “Nueva Generación” con origen en Jalisco- que la cocaína y marihuana –dominadas por los sinaloenses- y la amapola de la que se extrae el opio muy demandado en la extensa y numerosa colonia china apostada en la Unión Americana. Allí están los clientes y los grandes “padrinos”. México es sólo un trampolín sobre una alberca de sangre.

Hay otros motivos por los que Culiacán está tranquila: es parte del pacto entre los capos, grandes y chicos, para asegurar el bienestar de los suyos, los únicos que, de verdad, les importan. Pueden morirse diez o cien personas alrededor de cada uno de ellos y no moverán un músculo de la cara; pero si cae uno de ellos de descomponen y enloquecen como suele suceder a los psicópatas. Es entonces cuando comienzan los enfrentamientos y las sospechas que dan lugar a las traiciones; como cuando “El Chapo” adjudicó a los hermanos Beltrán Leyva el asesinato de su hijo, Edgar Guzmán, en 2008, escindiéndose los segundos para aliarse con “Los Zetas” en el momento de mayor violencia; este fue el punto en donde fracasaron las intenciones de calderón, mediante su negociador Juan Camilo Mouriño –quien falleciera en noviembre del mismo año-, para intentar unir los mandos del narcotráfico y tolerar la actividad con altos intercambios de favores económicos y políticos.

Por ello debiera ser procesado calderón pero no es así. Se le teme por algo más que su pequeña estatura, moral y física. Quizá porque sus contactos son muy peligrosos bajo la batuta de genaro garcía luna; y acaso por ello, se vino abajo Don Manuel Mondragón y Kalb, el primer “comisionado” de Seguridad Pública, quien optó por retirarse. Mientras tanto, el tráfico se mantiene boyante: no disminuyen los cargamentos ni los trafiques en las aduanas desde donde se dirige a los tráilers rebosantes de drogas para que sepan por dónde y a qué hora introducirse a los Estados Unidos. Este es el gran negocio de la CIA por si lo ignora el jefe de la Casa Blanca, el ahora belicoso también, Barack Obama. El virus de la intolerancia vuelve a dañar severamente a un mandatario estadounidense. La isla de Crimea es uno de los ejemplos recientes.

El caso es que en Culiacán se respira la calma. No hay patrullaje militar ni nada. Y los “capos” siguen allí sin que sus habitantes entiendan cómo un joven de veintiocho años, Dámaso López Núñez, “El Mini Lic.”, rebasó, en unas horas, a “El Mayo” y a “El Azul” para comenzar a liderar el cártel más poderoso y conocido del país. Más allá de que, en cada sexenio, se modifican rutas y conveniencias, favoreciéndose a unos y ensañándose con otros –durante el periodo de salinas de gortari como ahora, fue evidente que los del Golfo tenían cierta y ambigua tolerancia oficial gracias a los nexos de Juan Nepomuceno Guerra, muerto en 2001-, lo que sucede actualmente en Sinaloa no tiene precedentes por la absoluta negligencia oficial y los operativos a conveniencia… de los narcos de mayor influencia. Lo de “El Chapo” fue tan sólo una anécdota para ellos. Por ahora.

Esto es: en Culiacán, en Sinaloa toda, se venera y defiende a los capos. Y hasta se les “santifica” como en el caso de Jesús Malverde, cuya imagen se multiplica en decenas de capillas paganas, el bandolero que hace cien años, a principios del siglo XX y en coincidencia con la Revolución pero sin involucrarse en ella, robaba, saqueaba y mancillaba los bienes de los hacendados explotadores, tales como los Martínez de Castro, los Tarazonas, los Redo, los De la Rocha o los Fernández; una especie de “Robin-Hood” a la mexicana que extendía lo hurtado a los menesterosos y a cuantos se lo pedían. Algo similar a lo que hacen los “capos” para blindarse ahora en esta región del Pacífico. Por ello, las marchas exigiendo la liberación del “hombre más buscado del mundo” hasta el 22 de febrero pasado; y es que, además, a cada “manifestante” se le dieron mil pesos como compensación. Y el horno no está para bollos.

Mientras, los voceros del gobierno dicen que todo está bajo control. Basta asomarse a Culiacán para corroborarlo. O a Mérida, la de Yucatán, de la que hablaremos otro día.

Debate

El cálculo es tremendo: la corrupción, en México, cada año, tiene un monto calculado e0n un billón y medio de pesos, digamos un diez por ciento de la deuda general del país, la externa y la interna y equivalente en un nivel igual, al diez por ciento del Producto Interno Bruto. Esta es la respuesta sobre cómo hacen fortuna los presidentes y sus corifeos en tan solo seis años de beneficios incalculables simplemente por hacerse de la vista gorda.

Las estimaciones crecieron a partir de la llegada de los fox, ella y él naturalmente, al poder Ejecutivo; y la misma rutina se siguió en la malhadada era de calderón, quien ya conocía el caminito gracias a la asesoría de César Nava Vázquez, quien fue director jurídico de PEMEX cuando “jelipe”, cariñosamente, ejercía la titularidad de la Secretaría de Energía aunque haya sido por breve lapso, el suficiente para asegurar las bienaventuranzas de su campaña presidencial en 2006. Esto es: hasta ahora, los límites impuestos por el IFE no han servido para maldita la cosa pese a las denuncias, de todos los partidos, y las evidencias que no se necesitan comprobar por cuanto las han visto todos.

La corrupción va en aumento. ¿Será ésta la razón por la cual se aprehendió a “El Chapo” y se dejó libre la plaza de Culiacán de vigilancia federal? La interrogante plantea, en sí, una nueva posibilidad de negociación entre los cabilderos del gobierno -¿Luis Enrique Miranda, subsecretario favorito de Gobernación?-, y las mafias con amplio dominio territorial sobre el país.

Una segunda vuelta pero con mayor sofisticación, si cabe, y bajo la vigilancia cercana del gobierno de Washington que juega a doble carta: puede usar esta circunstancia sea para asegurar el flujo de estupefacientes, sin tanta violencia –sólo la “necesaria” para que no bajen los precios de la droga-, o para presionar, cuando quieran, a nuestro vulnerable gobierno que sigo estando en la mira de cuantos aseguran que estamos llegando al límite, o lo rebasamos ya, del “estado fallido”, acaso el objetivo de cuantos apuestan por la libre ingerencia de los Estados Unidos en los asuntos internos de México.

Estos son, por desgracia, los caminos a la vista.

La Anécdota

Manuel Mondragón y Kalb ya no es Comisionado de Seguridad Pública. Nunca pudo ver claro sobre las perspectivas del actual gobierno de crear una “Gendarmería Nacional” detenida en el Legislativo a cambio de la desaparición de la Secretaría del mismo rubro. Una vergüenza que ya lleva casi dieciséis meses.

Don Manuel es hombre discreto, institucional, serio. Un elemento que sería el último en corromperse entre la podredumbre en la que debió situarse al lado de los mandos de otras instituciones con poder de fuego. Lo mostraron siguiendo los pasos de “El Chapo” el día en que fue capturado éste. Esto es: cuando ya había decidido renunciar… porque, sencillamente, nunca encajó en los mecanismos oficiales sobre cómo tratar al creciente problema de la inseguridad, con varias entidades sitiadas –Michoacán, Tamaulipas, Chihuahua-, y los caminos libres para los grandes cargamentos de drogas. ¿Cuál fue la verdadera razón de su destitución con el camuflaje de renuncia?¿Acaso llegó al fondo de la oscuridad al corroborar las infiltraciones de las mafias en los distintos niveles de gobierno? Porque, hasta hoy, quienes saben prefieren callar.
Y, por desgracia, los candados no se abren solos.

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