No queremos campañas y Un país en bancarrota

  • No queremos campañas.
  • Un país en bancarrota.

Por Rafael Loret de Mola

Definitivamente debemos exigir que cumplan, por primera vez, con su palabra: los partidos políticos con registro hablaron de destinar sus fondos y prerrogativas a la reconstrucción de la Ciudad de México y, sobre todo, de las poblaciones de Morelos, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Tlaxcala y Puebla, terriblemente dañadas por los terremotos de septiembre pasado. Sólo el líder de MORENA, quien fue el primero en pronunciarse, decidió donar únicamente el veinte por ciento de sus participaciones económicas destinadas a las campañas por venir en 2018.

Pese a ello, no puede negarse que, a punta de declaraciones y guerras verbales, se ha avanzado y mucho en materia de pro9selitismo barato. Por ejemplo, la salida de Margarita Zavala del PAN -¿alguien recuerda alguna aportación positiva de esta dama en sus treinta y tres años de militancia en la derecha?-, provocó una suerte de sacudida muy por debajo de la intensidad de los movimientos telúricos que derribaron edificios y dejaron en la indigencia a millones de mexicanos. Sin embargo, fue un buen distractor cuando aún no se despeja la emergencia y lo que menos nos importa es escuchar a las plañideras esperanzadas en lo imposible: la victoria de una aspirante independiente, manejada en las tinieblas por su desquiciado consorte, felipe, quien sigue siendo panista en el colmo de la incongruencia, blindada por los estipendios del mismo para poder cubrir los requisitos del INE, inalcanzables para cualquiera que no sea multimillonario. 

La guerra comenzó. Ricardo Anaya Cortés, el niño maravilla, estima que Margarita actuó para favorecer al PRI para tratar de borrar sus pecados de complicidad; en realidad, el mayor beneficiario es Andrés quien, cada vez hablando menos, avanza más, gracias a los pésimos oficios políticos de sus adversarios, como él los llama pero a quienes odia por encima de la razón por el solo hecho de atreverse a competir con él, única luz brillante en el firmamento de la clase política. (Esto, claro, es lo que sostienen sus incondicionales, no yo que lo conozco bien). 

Mientras, en el PRI la sorpresa va dejando de serlo. José Antonio Meade se alista para una batalla con los momios en contra, digamos en una condición peor a la del “mariquita sin calzones” –así lo calificó el rufián de fox-, Francisco Labastida, en 2000, y similar a la de calderón en 2006 cuando todo el sistema le apoyó no para favorecerlo sino, sobre todo, para impedir cualquier posibilidad de victoria de Andrés, visto entonces como el satán de la oligarquía.

Las condiciones han cambiado poco, salvo que el PRI volvió a Los Pinos para dejar de ver su peor versión de sí mismo; y pagará por ello a pesar de la estrategia poco sutil por la cual pulverizan a la izquierda y la derecha sin otro ánimo salvo el de rebajar las cuotas ganadoras: será presidente quien obtenga un poco más del veinte por ciento de los votos.
En fin, NO QUEREMOS CAMPAÑAS POLÍTICAS. Que se aprovechen los espacios televisivos que mantiene, por ley, el gobierno, para los debates… lo más tarde posible para que no nos quiten el sueño y transcurran como las malas aves de paso.

La Anécdota

Mientras tanto, la secretaría de Hacienda, encabezada precisamente por el presidenciable Meade, anuncia buenos augurios aunque no encuentra los recursos suficientes para poder paliar el costo de la emergencia que, aunque el silencio se imponga, sigue estando muy a la vista y sintiéndose en carne y hueso. El dolor puede transformarse en rencor y en rabia de cara al 2018 y tal es de extremo peligro para quienes quieren llegar a la presidencia de un país devastado. El apunte vale porque las ambiciones están desatadas: nada menos treinta y un personas, mujeres y hombres, se han apuntado a la vía independiente; de lograr su registro, todos, captarían de entrada la mitad de los presuntos votantes considerando que todos los inscritos en el padrón fueran a las urnas. Un absurdo monumental. 

Sin liderazgos naturales y sin recursos financieros, México está, además, en una severa quiebra de valores, casi sin perspectiva de futuro y con la población herida sin disimular que tiene los puños cerrados.

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