Rafael Loret de Mola – Torpezas en crecida
Por Rafael Loret de Mola
Los mandos de la marina, encabezados por el Almirante Vidal Soberón Sanz, aseguran que en sus operativos –sobre todo los más recientes en busca del escurridizo Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”-, no se agravió a la población civil; pese a ello, los habitantes del llamado “triángulo dorado”, entre Sinaloa, Durango y Chihuahua, en donde los refugios del “capo” son abundantes, sostienen lo contrario y señalan la actitud bárbara de los marineros y marines infiltrados, a quienes acusan de disparar desde el aire contra comercios y casas de la población civil ajenas, según la misma versión, a cualquier tipo de conexión con el cártel encabezado por el recién fugado… con auxilio gubernamental. Un círculo cuya delgadez hace que se quiebre por todos lados.
Por supuesto, sobre lo anterior, caben dos lecturas: La primera tiene que ver con la manera cómo las fuerzas armadas –ahora en competencia-, han ocultado hechos terribles desde genocidios contra civiles –Tlatlaya, Tanhuato-, para proteger millones de dólares que acabaron sobre la mesa del general secretario, Salvador Cienfuegos Zepeda –“Empeñados”, Jus y Fundación Loret de Mola, 2015- y pudieran estar empeñados en evitarle escándalos y molestias a un gobierno civil vulnerable y limitado; el otro punto es más sencillo: No pocos de los habitantes de esta olvidada región sobreviven por la “generosidad” del llamado ahora “capo de capos” y a quien, sin embargo, parecen haberle dejado solo sus aliados, entre ellos Ismael “El Mayo” Zambada García. Pudieran estarle encubriendo, sea por interés o por miedo, mientras los rondines no cesan con limitados alcances y sólo para cubrir los expedientes de la simulación.
En este punto, repetimos, la hipocresía vuela a gran altura. Solo los poco informados, aquellos que se niegan a nutrirse de noticias avaladas por la autoridad moral de quienes las publican no sin riesgos, ignoran la tremenda contaminación de parte de las fuerzas armadas desde las cuales ya surgen voces a favor del retorno a los gobiernos castrenses –ninguno ha surgido de la democracia sino impuesto para proyectar dictaduras-, ante la evidencia del deterioro institucional provocado por las administraciones civiles colocando a la de peña nieto en la cúspide del desastre.
Estas voces, sin duda, inquietan; pero el alarma surge de los enfrentamientos soterrados entre miembros del Ejército, la Marina y los sicarios mejor pertrechados en muchas ocasiones. ¿Y cómo se ha alcanzado esta desigualdad entre los soldados, marineros y narcos? Muy sencillo: Gracias a la complicidad de las primeras familias con el primer aristócrata de la República, Jaime Camil Garza, propietario de una mansión en Acapulco, conocida por las francachelas que allí se forman con los miembros de la clase política nacional a cambio, claro, de una total impunidad respecto al tráfico de armas y la consecuente dotación de las mismas a subversivos –más de ciento veinte grupos en la República-, y criminales de altos vuelos como Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Por cierto, vuelve a surgir el tema de la ineficacia notable de los radares incapaces de rastrear, en México, a las aeronaves que vuelen bajo como las usadas por el capo Guzmán Loera en su singular fuga desde el penal “de alta seguridad” del Altiplano. Esta es la carcajada mundial que tiende, por cierto, a abaratar más nuestro suelo para regocijo de los grandes consorcios del exterior, tan beneficiados por la endeble situación del gobierno y la exacerbación de la violencia, también informativa, por la cual somos parte de la franja de las naciones en guerra en los noticiarios del “primer mundo”, incluyendo a la España monárquica a punto de romperse; los catalanes no quieren saber nada de sus “vecinos” monárquicos y aspiran a formar una República en donde la cuestión de la tauromaquia no sea epicentro de las malas voluntades –lo digo porque este asunto disparó la animadversión a un espectáculo defendido por mentes superiores como las de cuatro premios Nobel, grandes artistas, intelectuales de alcurnia y hasta revolucionarios como “El Ché” Guevara, fotografiado en la plaza de Madrid ovacionando la proclama del arte; no tengo razón para no sumarme a ellos-, por una hispanidad frágil en un mundo globalizado por los anglosajones.
Cuando la historia recoja este hecho será evidente la pobreza de un reinado fútil de los Borbones –con más sangre mexicana; léase “El Alma También Enferma”, Fundación Loret de Mola, 2014, y especialmente el capítulo “La Puta España”-, y la eficacia notoria de una clase política para dividir y no ser capaces de aglutinar los hilos conductores de una democracia que, bajo imágenes aristocráticas como en México, tiende con fuerza a la división clasista y al burdo sometimiento de conciencias.
Son las torpezas gubernamentales, frutos de la insensibilidad, aquellas que proveen de crispación a las sociedades aspirantes a la democracia por la vía de las libertades. Por eso estamos furiosos en nuestro país; porque quienes conforman la cúpula política no entienden, ni quieren entender las razones de la irritación general y desprecian los criterios contrapuestos a los burdos pretextos suyos, repetidos una y mil veces desde la instalación de la tecnocracia, provocando una distancia cada vez mayor y acaso ya inalcanzable entre los gobernados –mandantes- y los gobernantes –mandatarios, quienes obedecen-. Este es el punto de NO inflexión en la búsqueda de un nuevo sistema, no solo un gobierno distinto, en donde no hay cabida para tránsfugas, necios ni mesiánicos.
Me dicen por allá, buenos amigos a quienes respeto, que debe aplicarse la sentencia popular: “A palabras necias, oídos sordos”. Lamentablemente, cuando lo hacemos, posibilitamos que la argumentación frívola y descocada tome aire ante el desprecio contumaz de los afectados, todos los que no aceptamos el estado de cosas y lo combatimos. Por ello prefiero, insisto, en el apotegma jurídico: “Quien calla, otorga”, porque aunque debamos ser repetitivos muchas veces solo así calamos en el espíritu de un colectivo demasiado condescendiente y tolerante ante los cotidianos abusos de poder.
Dicho de otra manera, en ninguna otra nación, fuera de México, habría podido mantenerse una administración incapaz de explicar convincentemente los procederes de soldados y marineros –con los marines estadounidenses atorándoles por el cuello-, en hechos repulsivos que no son sino genocidios no perseguidos ni sancionados. Tampoco con la negligencia extrema de un presidente cuya insensibilidad y ausencia de valor, le impulsan a correr fuera de México o a salir de su blindada residencia, cuando los hechos violentos y bárbaros lo rebasan o si llega un grupo armado con cacerolas para protestarle a las puertas de la mansión de Chapultepec.
¡Huy! Por ello, el cierre de vialidades, para no dejar acercarse al pueblo a la casa que supuestamente le pertenece a este y no a los perentorios huéspedes, y la presencia de granaderos deseosos, acaso, de voltear escudos y macanas hacia el otro lado, es decir en donde están resguardados los cínicos. Menos mal que poco a poco se va perdiendo el temor entre una ciudadanía inducida por los manipuladores para callar ante las torpezas que se convierten en crímenes de lesa humanidad, como en 1968, y que de ninguna manera pueden repetirse.
Hace unos días vi a través de internet y Netflix, la película “Llamas en el invierno” sobre la revolución en Ucrania el año pasado. La tocamos con las manos y ni así parecemos reaccionar. Finalmente, con un saldo brutal de trescientos muertos –en México ya acumulamos ciento cincuenta y siete mil, según los reportes recientes, en siete años de ignominia-, la ciudadanía se impuso y se truncaron las ansias de los poderosos por constituir una dictadura. En México, los uniformados, con el aliento de los Estados Unidos y su gobierno, parecen dispuestos a seguir una ruta similar ante un pueblo desarmado pero cada vez más valeroso en la lucha por legar a las nuevas generaciones una nación libre de asesinos y ladrones en el poder.
No se asusten; para fortuna nuestra, los observadores internacionales, incluyendo a los de las Naciones Unidas, nos miran muy de cerca aunque diplomáticamente no lo expresen así. Pero es claro el desprestigio del régimen de Peña en el mundo; por donde pasa deja una cauda de protestas y gritos contra su execrable gestión. El primer paso, y el segundo también, ya lo ganamos. Sigamos adelante.