Rafael Loret de Mola – Total Inestabilidad
*Total Inestabilidad
*La Autonomía del DF
*Un Enredo Monumental
Por Rafael Loret de Mola
No tiene asidero el régimen en curso. Ni siquiera el flamante avión que le permitirá al señor peña un poco más de seguridad en sus viajes internacionales –el próximo será hacia Ecuador en el viejo jet con veintiocho años-, puede darle respiro así se traslade como alguno de los jeques y visires a quienes visitó, recientemente, para pedirles clemencia ante la tendencia a la baja del petróleo que arrastra a nuestro vulnerable peso. Los países árabes, más allá de los devaneos de la economía china –muy bien planeados-, siempre han sido esquiroles contra la mezcla mexicana de crudo situada por debajo de los costos de extracción y transportación.
No entiendo, entonces, cuál es la necesidad de saquear nuestras reservas del otrora “oro negro” para regalarlas, de hecho, a quienes, como los Estados Unidos, resguardan las suyas acaso porque calculan que, al final, serán sus economistas especuladores quienes fijen las condiciones mientras sus yacimientos multipliquen sus valores ya sin competencia. Con la “conquista” de Afganistán e Irak y su presencia clave en Kuwait, cuenta la gran potencia con disponibilidades hasta para un siglo más. Mientras, en México despilfarramos nuestro petróleo cuando se nos aseguró, con mentiras falaces, que la reforma energética peñista habría de redimirnos. A la vista están las consecuencias.
Ni un centavo más de credibilidad puede recibir la devastadora administración peñista aun cuando se señale al voluminoso gobernador del Banco de México, Agustín Carstens Carstens, como responsable de los traspiés y se alegue, como casi siempre, que los barruntos financieros vienen de fuera, desde Asia y Norteamérica, comprometiendo las salud de nuestra endeble economía cuyo blindaje, en reservas récord hasta hace dos años, se convirtió en paja en manos de peña y sus economistas de cabecera.
Por lo pronto, y para colmo, los bancos –la mayor parte filiales de consorcios del exterior, con asiento en la Unión Americana, España y otras naciones de la Unión Europea-, presionan para que aumente la oferta de dólares provenientes del Banco de México –limitadas por varios meses a cuatrocientos millones de verdes divisas cada día-, porque no alcanza lo estipulado para cubrir los agujeros; pretenden más de 900 millones por día lo que determinará, de seguir la tendencia, una precipitada caída de lo guardado en ciento cincuenta días de no producirse un milagro y con las líneas de crédito cada vez más caras para los países tercermundistas.
Hace un año advertimos que la baja en los precios del petróleo, en el linde de los cuarenta dólares por barril, era un pésimo signo para la perspectiva futura; doce meses después, el valor del crudo está a menos de la mitad de lo que ya se consideraba un enrome desafío para paliar los presupuestos oficiales y, por supuesto, las obras de infraestructura y sociales indispensables para la conservación de la paz; no por otra cosa buena parte del erario se destina a la violencia injustificada por cuanto no se logra disminuir las “exportaciones” de drogas hacia los Estados Unidos por muchos “chapos” que sean capturados con gran propaganda.
Y no paramos allí. El mayor de los costos es el de la infiltración de la clase política por parte de los grandes capos. Con elecciones en cierne, para gobernador, en algunas entidades más contaminadas, como Tamaulipas, Aguascalientes, Chihuahua, Sinaloa, Durango y Veracruz, entre otras, el pulso parece inútil. ¿Habrá algún candidato, de cualquiera de los partidos registrados, con posibilidades de ganar sin el consenso de los cárteles dominantes en cada región? ¿Incluso los independientes animados a postularse como natural reacción contra la partidocracia que ya no representa los intereses colectivos? Este es, sin duda, el principal desafío.
¿Quién no ha escuchado quejarse a algún alcalde o a un gobernador, o varios, sobre el desafío de tolerar al narco para gobernar o enfrentarse a las mafias de verdad y perderlo todo, incluyendo la vida? Incluso los periódicos de la frontera y de los litorales ganados a pulso por los cárteles, por ejemplo Michoacán y hasta Puebla, han claudicado de su misión de informar atenaceados por las perversas amenazas y los nada sutiles atentados perpetrados por el crimen organizado. Los sabemos todos, pero el gobierno NO reacciona.
¿Y cómo va a actuar la autoridad si tiene miedo a tomar medidas exactas? No es la captura de algunos conocidos narcotraficantes lo que va a frenar la oleada criminal; más bien algo comenzaría a lograrse si los Estados Unidos, la gran compradora, dejara de alentar el tráfico de drogas e incluso lo facilitara a través de garitas predispuestas a dejar pasar los contéineres del mal por la frontera norte en horas específicas y con aduaneros pertenecientes a la mafia de allá. Lo hemos subrayado hasta el cansancio.
Pro a tanto no se atreve el tímido señor peña quien, durante su reciente periplo por varias naciones árabes y Davos, Suiza –con una participación mediocre en el Foro Mundial de Economía-, se dedicó no a buscar inversiones para México… ¡sino para ofrecerlas! En Kuwait, por ejemplo, logró su primer acuerdo: 150 millones de dólares para derramarlos sobre este país “apoyando” a la empresa mexicana Tenaris Tamsa, especialista en la construcción de tubería de acero. El dinero nuestro se va para allá y se dice que ello generará más empleos para los mexicanos. Las carcajadas se justificarían si los hechos no fueran tan dramáticos.
Nos han engañado en toda la línea. ¿Baja en los precios de las gasolinas para que estén acordes con el abaratamiento del petróleo? Sólo en Houston, donde los productos de PEMEX se venden a la mitad como burla agregada al afrentado rostro de la República; en México se reducen unos centavitos para disimular la desfachatez más inaudita: un país pobre, México, está financiando, con el crudo regalado, a las naciones más poderosas del planeta que nos venden lo refinado a precios de oro. Perdemos dos veces y seguimos con los ojos vendados.
La corrupción sumada a la ausencia de visión y nacionalismo por parte de un mandatario entreguista –ya superó en este renglón, en mucho, a uno de sus predecesores, el extinto miguel de la madrid, reo eterno de la caverna más negra de nuestro inframundo-, nos tiene totalmente vencidos ante la competencia internacional.
¿Por qué no paramos la extracción de crudo y soportamos las presiones hasta que los mercados vuelvan a estabilizarse y los árabes repriman su producción ante el exceso de demanda? Tal aconsejaría la lógica más elemental para evitar un saqueo inútil y contraproducente. No olvidemos que gracias al petróleo, en sus días de gloria –digamos durante las invasiones estadounidenses a Afganistán e Irak, cuando llegó a cotizarse por encima de los doscientos dólares por barril-, pudo mantenerse cierta estabilidad en la economía nacional y hasta reservas récord que se volvieron volátiles, por varios lustros. Sin el ingreso generado por el oro negro a un precio estable, nuestra economía será nuevamente presa de especuladores y de ambiciosos inversionistas expertos en el saqueo de divisas.
No vamos a decirles a los economistas oficiales lo que ya saben pero se niegan a explicar: ¿cómo podrá desarrollase una nación atrapada por la especulación mundial y la ausencia de ingresos suficientes para solventar apremios y asegurar el desarrollo? El sambenito de la discursiva presidencial se ha venido debajo de manera estrepitosa. Y por eso, peña requirió ponerse de rodillas en Medio Oriente y en Davos, para sentirse complacido por ocupar la décima posición entre las naciones más atractivas para invertir, con todo y nuestra violencia interna. ¿La razón? Nunca estuvo México, desde que lo es, más barato, casi regalado, con todo y mexicanos cautivos de la miseria que ya toca a los niveles superiores de la sociedad; no así a los multimillonarios que suelen ganar más con la pobreza de un mayor número de “esclavos”.
Pregúntenles a los grandes empresarios y sonreirán con generosa amplitud.
Debate
Me gusta, y mucho, que la enorme ciudad de México deje de ser una sociedad de segunda, sin autonomía plena –que no soberanía como ya explicamos-, y se aboquen sus representantes a la elaboración de una Constitución local que permita la elección de alcaldes –no la de gobernador-, en una nueva composición del tejido político y con el objetivo de poner a la par los derechos de la ciudadanía en todo el territorio nacional.
Sólo que se olvida un severo conflicto de intereses: ¿qué hacemos con los poderes federales? Cuando en Brasil, en 1960, se trasladó la capital del país a Brasilia dejando a Río de Janeiro, ya se contaban con las instalaciones del gobierno federal para la mudanza y con el objetivo de no entorpecer a las autoridades de Río. En México, en cambio, solemos hacer las cosas al revés: rebasado el gobierno por el gigantismo urbano de la capital se excluye al gobierno federal de su zona de influencia.
¿Qué sucederá con el presidente, el Congreso federal y la Suprema Corte de Justicia? ¿Seguirán operando pagando la renta al gobierno “soberano” de la Ciudad de México y bajo las condiciones impuestas por éste? Me resulta complejo concebir algo así. Pero, como están las cosas, los absurdos como éste habrán de proliferar por encima de la lógica jurídica. Sencillamente, donde radica el gobierno federal no puede concebirse una entidad soberana cuyas decisiones pueden afectar a las del núcleo del poder presidencial, el del Legislativo y el Judicial.
Vamos a ver como sobrelleva el asunto el inminente Congreso Constituyente en donde, además, se partirá con ciertos límites: para simular no habrá gobernador sino se mantendrá la figura del jefe de gobierno por encima de dieciséis alcaldes, ya no jefes delegacionales, en una amorfa descomposición estructural. Es la única concesión que se otorga a los perentorios huéspedes de la residencia oficial de Los Pinos.
La Anécdota
Con el casi extinto Distrito Federal se abren las compuertas para definir si se sigue con el régimen de diputados y senadores plurinominales o de representación proporcional asidos a unas complejas matemáticas que nadie entiende. Sobre todo cuando, desde hace años, bien se sabía cómo funcionaba el Congreso federal:
–Lo diputados –decían los santones del sistema- representan al pueblo en su conjunto y los senadores a las entidades como parte del pacto federal.
No cabía nada más; ahora la partidocracia ha descompuesto las interrelaciones entre poderes y entre éstos y la ciudadanía. Y seguimos en la montaña “rusa”.