Rafael Loret de Mola – Paz y Popularidad

RAFAEL LORET DE MOLA

*Paz y Popularidad
*Del Nuevo Fracaso
*No son sólo los 43

Por Rafael Loret de Mola

La paz se ha convertido, en México, sólo en una utopía lejana. Mientras, el clamor aumenta y parece poco probable que cese, más cuando la clase gobernante no entiende cuanto pasa y lo desdeña. Hemos observado al presidente peña rodeado de empresarios, industriales y grandes inversionistas que aprovechan la hora de la baja para aumentar sus capitales especulando; no sucede lo mismo cuando se menciona su nombre ante los parroquianos, humildes y de clase media –incluso alta-, de cualquier fonda, taquería o cafetería… tan abundantes ahora que los colombianos han decidido entrar a la competencia tratando de desplazar a las exquisitas mezclas de Chiapas y Veracruz.

Rafael Loret de Mola - Paz y Popularidad

Es curioso, el año pasado, cuando la cabalgata de Xochimilco al Zócalo para conmemorar el centenario de la ocupación de la capital por las tropas embravecidas de Zapata y Villa, la Universidad de Guadalajara, plegada a la ultra derecha y poco amiga de los jesuitas, como el Papa Francisco, otorgó el “Galardón Corazón de León”, rememorando los tiempos de las feroces Cruzadas, al aún presidente de la República Oriental de Uruguay, José Mujica Cordano, quien viajó ex professo a la capital tapatía. Y tal ocurrió apenas tres semanas después de que este mandatario, anteriormente exaltado con la Condecoración del Águila Azteca, señaló a México como ejemplo de un “estado fallido” si bien, por la vía diplomática, su gobierno se deslindó del señalamiento a manera de disculpa lo que sería, en términos coloquiales, como “darnos el avión”.

Pero es más interesante constatar que, en nuestro país, el ex presidente Mújica, célebre por seguir viviendo en una casita rural de la que sale en un “vochito” por el cual le han ofrecido hasta un millón de dólares por la importancia de su dueño, asimila una popularidad infinitamente mayor a la que pudiera quedarle a peña, sólo apoyado de acuerdo a las estadísticas por uno entre cada diez mexicanos en edad de votar; si sumamos a los jóvenes menores de 18 años, la proporción se reduciría mucho más filtrando a los aproximadamente ocho millones de compatriotas –muchos de ellos burócratas irredentos-, quienes insisten en mantenerse en “la línea”… no de fuego.

(Según la conocida encuestadora Mitowsky, de Roy Campos, peña cuenta con el 66 por ciento de rechazo entre los mexicanos, estadística que parece demasiado baja si tomamos el pulso a la realidad. De cualquier manera, el índice de popularidad para un mandatario en ejercicio, si creemos en los sondeos, nunca había sido tan bajo… ni con salinas siquiera).

Desde luego, el contraste es máximo. El señor peña, a diferencia de su antiguo colega uruguayo quien no pretendió siquiera reelegirse pese al apoyo del 67 por ciento de la población –una proporción inversa a la oficial marcada para peña-, fue exhibido por su propensión a adquirir inmuebles y camuflarlos con el rostro de la otrora simpática “Gaviota” a quien le han sentado muy mal el régimen de su marido y sus intervenciones dignas de una parodia musical; de hecho no pocos de sus antiguos compañeros de la farándula –sobre todo Héctor Suárez, Thalía y Lucero, entre muchas más “estrellas”- la exhibieron de cuerpo entero. Incluso en el último Teletón, tan controvertido, Eugenio Derbez, quien aseguró no tener contrato con Televisa desde hace un año, y a motu proprio como expresó, cuestionó a quienes han dicho que compraron una casa en Las Lomas con dinero de esta empresa y a cuantos así lo han divulgado a las ya temidas “redes sociales” en donde cualquiera puede hacer alegatos con la mínima información. Pero éste es otra cuestión de la que hablaremos dentro de unos días.

Desde luego, Angélica Rivera Hurtado, sobrina de un ex presidente y segunda esposa de peña –esto es ligada hondamente a la política por sangre y herencia-, ha caído de la gracia de millones de mexicanos pese a su prestancia y el argumento de que “representa” dignamente a México en los congresos internacionales, salvo cuando decide irse de antros como sucedió en Australia, sin su marido, en pleno colapso de la credibilidad de la pareja. Parecían querer atizar la hoguera desde el confín más alejado del planeta como si la distancia pudiera poner barreras a los ecos de las protestas generales… que también volaron hacia China y la gran isla de Oceanía.

En un entorno en el que el Sumo Pontífice, quien ya prepara su visita a México para el cercano febrero, alega a favor de combatir a los extremistas, más bien terroristas, del llamado “estado islámico”, yihadistas en su mayoría cual si se tratase, insisto, de una nueva santa cruzada por el Medio Oriente, los Obispos mexicanos se lanzaron a leerle la cartilla al mandatario impopular: “no habrá paz si no se atiende a las víctimas”. Pero no hablaron sólo de las de Ayotzinapa, cuyo horror encendió las alarmas universales, sino de los cerca de diez mil desaparecidos durante la deleznable administración en curso, sumados a los casi sesenta mil muertos –en tan sólo dos años-, carnes de cañón para la guerra más vergonzosa de la historia: la de la simulación; porque, en el fondo, los gobiernos de México y los Estados Unidos saben bien que extinguir el narcotráfico, en esta época de perversidades sin fin, es prácticamente imposible. Pese a ello, la sangre corre.

No se sabe gobernar y no se gobierna. Pactos y acuerdos se los lleva el viento junto a las reformas supuestamente emprendidas y detenidas por las variantes en el mercado del petróleo, con los precios cayendo a su nivel más bajo de hace varias décadas, y las promesas de reducir los costos de la gasolina exhibidas como triquiñuelas para ingenuos: ¿quién no percibe que están al alza para luego ser reducidos a menos de la mitad de los aumentos graduales sufridos ahora? Se requiere ser muy ingenuo para caer en las redes de la malsana propaganda que tiende a intentar rescatar lo que ya es imposible salvar: la imagen de un presidente quien ya perdió la historia, bajándose ignominiosamente del tren. Igual sucedió con fox y calderón, a lo largo de tres lustros de parálisis y dolor.

Quizá a algunos les sorprendiera el monólogo de Derbez durante la apertura del Teletón 2014 –yo no soy apoyador pero respeto enormemente a quienes donan con generosidad y más allá de los canales que usan; y no me refiero a los consorcios que usan el altruismo falsario para publicitarse “santiguándose”-. A mí no. Es una señal, una buena señal, de que ya es imposible tapar el sol con un dedo y tal es una victoria, ya desde ahora, de cuantos, valientes, han salido a las calles o extremado sus posturas al calor infame de los cremados en vida y de las fosas clandestinas en las cuales han aparecido cadáveres despreciados por cuanto no son los de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa. ¡Y, por favor, no nos olvidemos de Tlatlaya, Tanhuato, Apatzingán y la tremenda responsabilidad de los militares, ansiosos acaso de tomarse el país a mordidas!

No entiendo, a estas alturas, por qué nadie investiga a la Inmobiliaria del Grupo Higo, cuyo accionista mayor es el empresario Juan Armando Hinojosa, a quien citó en su discurso de “justificación” la mal llamada “primera dama”; no hay tal a menos de que reconozcamos la existencia de una aristocracia muy a la mexicana con las familias presidenciales en la cúpula y los siervos abonando para ellas.

Por cierto, nunca supimos si la aceptación de la señora peña sobre su relación profesional, entendemos, con el señor Hinojosa –de estirpe panista, por cierto, y el gran constructor del mandatario en funciones desde su época de gobernador mexiquense-, fue un golpe bajo a su esposo, como el de Australia y las continuadas entrevistas en las revistas rosas con ella posando seductoramente. Sería muy conveniente que se deslindara de los rumores, tal y como hizo –muy mal por cierto-, con el asunto de la “casa blanca” sin que nadie creyera sus argumentos; vaya, ni los funcionarios más altos de Televisa que se mofaron de ello o acaso utilizaron sus armas para evitar una revolución interna de quienes han aportado mucho más a la empresa y no ocultaron su disgusto ante la liquidación más alta y sorprendente salida de los paltós televisivos.

No hay quórum, presidente. No puede haberlo entre la sociedad que, supuestamente, ejerce la soberanía que radica “esencial y originariamente en el pueblo” –como reza la Carta Magna en su artículo 39-, cuando nueve de cada diez mexicanos claman por su salida inmediata, una licencia definitiva por causas graves. Tiene el pretexto a mano: su enfermedad. No permita que las aguas se salgan de cauce; tenga un poco de dignidad y evite un caos mayor. ¿O no es usted mexicano?

Mirador

El peso se desploma; los precios del petróleo también. Además los inversionistas foráneos, ante la mala imagen del gobierno –no del país, debemos aclarar aunque se concatenen en las mentes de los poco informados-, dictan y exigen sus condiciones. Hay temor a una devaluación drástica; y, para colmo, el secretario de Hacienda, el presidenciable luis videgaray caso, anunció hace un año que nuestra economía “estaba blindada” gracias a las reservas del Banco de México, entonces contabilizadas en más de 192 mil millones de dólares y ahora de 174 mil millones de verdes divisas, más cuatro mil en lingotes de oro guardados en Fort Knox y sin acceso para los funcionarios de nuestro país.

Cada vez que la ofuscación se vuelca en contradicciones, frutos de la desesperación oficial por no poder controlar el rencor acumulado –no todo es consecuencia del pésimo actuar de la administración presente sino llevamos años bajo el mismo flagelo de la torpeza, la ceguera y las dobles caras-, las crisis nos llegan galopando. Ya aprendimos la secuela y, por ello, nos angustia tanto el porvenir inmediato. Sí, la corrupción es también consecuencia de la mala conducción de la nave republicana, de la ineficacia como alguna vez señaló el deplorable miguel de la madrid, tratando de curarse en salud a su llegada a Los Pinos en 1982.

Y es esto lo inadmisible: el constante manoseo de la población en estado de indefensión ante una estructura, la del sistema política, incapaz de resistir ya ni siquiera un poco más. El colapso se presiente porque nunca se tomaron las medidas necesarias para apuntalar las bases. La señora de las muchas faldas habló de un proyecto foxista inexistente; calderón hizo lo mismo y, para no ser menos, el señor peña, con voz engolada pero tímida, aseguró: “no habrá desviación de la ruta trazada”; y eso, a pesar de encontrarnos en un desierto sin oasis, ni siquiera espejismos como los de otros tiempos que posibilitaron una paz basada en el paternalismo insultante.

Como no sabemos a dónde vamos, ni hacia cuál destino, no puede hablarse de rutas definidas salvo en el idioma infectado de la demagogia.

Por las Alcobas

Por favor, no son sólo cuarenta y tres, ni siquiera sesenta y cinco –si sumamos a las veintidós víctimas de la masacre de Tlatlaya-, sino casi ¡diez y ocho mil! Son los desaparecidos que, sumados al legado de calderón, llegan a treinta y siete mil… más de siete mil que los reconocidos, a vuelo de pájaro –o de la muerte-, durante la atroz dictadura argentina entre 1976 y 1983. Siete años en México –cuatro bajo calderón y los tres que corren-, y siete en las pampas.

Pero, insisto, hay una diferencia notable: los “desaparecidos” en el país gaucho incluyen igualmente a los muertos ya identificados; en México, nos aproximamos a los más de ciento setenta mil sacrificados por obra y gracia de la guerra de la simulación en la cual corre sangre pero nadie quiere acabar, en serio, el narcotráfico porque con ello se desplomaría nuestra economía en un ¡sesenta por cierto!

Estamos, sí, atrapados en un callejón sin salida. Pero no bajemos los brazos: la fuerza civil fue capaz de derrumbar al Muro de Berlín en 1989. Y haremos lo mismo.

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