Rafael Loret de Mola – Bravo, señor peña

RAFAEL LORET DE MOLA

  • Bravo, señor peña
  • Pleitos de Mercado
  • Días de Nostalgia

Por Rafael Loret de Mola

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Los chinos mandaron a volar al señor peña y su gobierno. Lo dicho, aquel infausto viaje durante la emergencia por la indignación popular tras los sucesos de Iguala y Cocula, sólo nos arrastró vergüenzas por el mundo. A la abominación universal siguieron las protestas de los seres humanos sensibles, de cada una de las latitudes, y el franco repudio a un mandatario incapaz de dar la cara, enfrentar la conflictiva y asegurar a sus gobernados ante la oleada de violencia desatada.

¿Por qué, oficialmente, jamás se ha dicho cuál es el meollo del asunto? De estar vivos los normalistas “desaparecidos” serían esclavos de los sicarios, bajo órdenes de los nuevos cárteles con fuerza excepcional, del grupo llamado “Guerreros Unidos”, con apoyo del cártel de las metanfetaminas de Colima cuya cercanía con María de los Ángeles Pineda Villa –posiblemente vinculada a los Beltrán Leyva y hasta presunta hermana de éstos-, quienes explotan las ricas cavernas de oro para lo cual se requiere de esclavos, no de obreros, cuyas vidas terminan cuando, inútiles, van a parar a las fosas clandestinas. Un paralelismo con los campos de concentración nazi y sus hornos crematorios en la Segunda Guerra Mundial.

Desde luego, en cuestión de minas, como nos hemos cansado en repetir y ha sido confirmado por el Obispo Raúl Vera López, quien fuera coadyuvante del emérito purpurado de San Cristóbal, Samuel Ruiz García –muerto en enero de 2011-, el célebre “Grupo México”, cuyo capitalista principal es Germán Larrea Mota-Velasco –hay quienes cambian la primera sílaba de su primer apellido por “dia”- el asesino de Pasta de Conchos quien obliga a los mineros a trabajar en condiciones infrahumanas, tiene a su cargo las labores de extracción para luego entregarle gran parte de los productos a los narcotraficantes quienes se van al norte con las vías abiertas y la protección de las autoridades.

Tres genocidios en siete meses, lo reitero: Tlatlaya en donde el secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos Zepeda, mintió con descaro atribuyendo que se combatía a un grupo de secuestradores –con niños y una jovencita desarmada entre ellos-, y luego fue desmentido categóricamente con las pruebas aportadas por las cadenas de comunicación masiva estadounidense –si hubieran sido las mexicanas los responsables de difundir la nota estarían unidos a Carmen Ariestegui o ya habrían pretexto para nuevas “desapariciones”-; Ayotzinapa, el sitio en el mundo con mayor número de fosas clandestinas y, además, con esclavos trabajando en sus minas –sean inmigrantes centroamericanos capturados a su paso hacia el norte o jóvenes activistas con propósitos de rebeldía cívica ante la permanencia de los abusos policiacos y la unión de las autoridades con los cárteles-, bajo la complaciente mirada de Larrea –dia-, el segundo mexicano más rico sobre la tierra. ¡Miseria humana en estado putrefacto!

Y, finalmente, la brutal masacre de Apatzingán, en enero pasado, donde cayeron jornaleros y miembros de las Fuerzas Rurales, en protesta ante el Palacio Municipal, como si se tratara de bestias… o ni eso porque ahora, por obra del inmundo partido verde, éstas y los animales domésticos tienen más derechos con los seres humanos. Inaudito. Tres meses después los videos, originalmente difundidos por Univisión en los Estados Unidos –donde tanto interés tienen las agencias de inteligencia en señalar a México como “un estado fallido”-, alertaron a los mexicanos sobre la reincidencia criminal del gobierno de la barbarie, el de peña. Si el de calderón fue el sexenio de la violencia, el actual lo supera con mucho. Y existen algunos que insisten en la monserga de “darle tiempo” a enrique, el de la gaviota.

¡Ni un minuto más podemos esperar! La ilegitimidad del mandato presidencial está más que corroborada: el nivel de “aceptación” para la gestión de peña es de apenas ¡el quince por ciento! Esto es, sólo tres de cada veinte mexicanos favorecen y avalan sus políticas contra la repulsión de diecisiete. En cualquier democracia esta cifra terrible sería suficiente, por encima de cualquier otro criterio, para exigir y realizar un referéndum destinado a propiciar la salida presidencial “por causas graves”. ¿O no lo son los tres genocidios descritos además de los múltiples sucesos parecidos que constituyen, sin duda alguna, crímenes de lesa humanidad de acuerdo al Estatuto de Roma?

Es muy vergonzoso, además, que la mayor parte de la prensa mal llamada nacional y los noticiarios masivos de televisión y radio, den escaso espacio para analizar una cuestión tan grave como ésta. Como si fuera de segunda o tercera importancia, digamos por debajo del costo de la boda de uno de los hijos de Gustavo Madero Muñoz, exaltado por los priístas al servicio de Los Pinos para quienes salvar y ayudar “al presidente” es lo correcto porque sólo así “nos irá bien a todos”. ¡Monsergas, insisto, al más puro estilo fascista! Entonces, siguiendo esta línea, los asesinatos en masa son favorables para crear el clima de distensión necesaria. Así pensaban Porfirio Díaz y franco cuando hablaban de sepulturas para enterrar a sus adversarios para ganar la paz… aunque se tratara de la mitad de sus connacionales. ¿A eso quieren llegar?

El desprestigio internacional de peña está bien fundamentado; por eso, claro, los chinos se alejaron de cualquier proyecto a sabiendas de la falta de seriedad de las operaciones de nuestro gobierno. ¿Y todo por qué? La razón es sencilla: no se pudieron ocultar las manos negras de las hermanitas del mandatario, Verónica y Ana Cecilia, comisionistas del proyecto ferroviario para comunicar a la colapsada capital con Toluca –en cuyo trazo dejaron “pelón” el histórico Monte de las Cruces-, y Querétaro, donde hace treinta y cinco años se trazó una doble vía cuya utilidad duró un par de años hasta que las mafias se impusieron con el pelafustán Víctor Flores Morales, liderzuelo armado hasta los dientes como reflejo de su personal cobardía, a la cabeza. A estos sí que les tiene ley el mexiquense apoderado de la presidencia. ¿Se vale?

Algunos analistas han explicado que quien sale ganando con toda esta inmundicia ensangrentada es la administración de Washington porque se acerca al imperativa de tomar para sí, sin invasiones ni querellas internacionales, las rectorías sobre el futuro de México; esto es, por si no fuera poco el daño ya hecho, también se quiere comprometer y vender a nuestros hijos y nietos, a las generaciones que son la esperanza para construir el andamiaje de un nuevo sistema político para México. ¿Se Habrá dado cuenta el señor peña de la dimensión de sus yerros y de cómo será recordado por quienes lean la crónica nacional dentro de veinte, treinta años? Lo equipararán, no me queda duda, con el réprobo veracruzano Antonio López de Santa Anna a quien los torpes quieren vindicar alegando lo irremplazable que fue en su época bajo el peso de la cobardía de quienes le rodeaban. ¿Así se hablará de nosotros en el mismo lapso?

Los dos, en su momento, tuvieron en sus manos un país próspero con extraordinarios recursos y sendos no sólo los dilapidaron sino que, además, los regalaron mediante la enfermiza contaminación de los antiguos principios básicos. Ya no hay izquierda, ni derecha, ni tampoco centro. Sólo una comunidad abatida por el presidencialismo y destazada por la partidocracia. No estamos en punto muerto, como en 2000; sino bastante peor al reunir dos dictaduras en una para debacle de quienes viven azuzados, al día, sin perspectiva alentadora a la vista. ¡Hasta nuestro destino está en manos de otros mientras nuestros hijos son marginados de los estudios superiores por la peor de las burocracias: la cibernética!

¿Mejoramos con las nuevas tecnologías? Sólo en un aspecto que comienza a ser copado: la posibilidad de utilizar las redes sociales como vehículos para expresarse sin diatribas, ni muros intermedios, en un cara a cara permanente entre una ciudadanía deseosa de recuperar su soberanía que radica esencial y originariamente en el pueblo, de acuerdo al artículo 39 de la Carta Magna, el documento fundamental del que se aparta, cada vez más, el señor peña aunque hubiese jurado cumplirlo. En esta línea, por si faltara algo, también es un perjuro.

No queda nada del mediático “joven” de la sonrisa y la galanura; ni de su “popular” mujer quien ha dramatizado como nadie el papel de la malvada de Los Pinos superando en histrionismo a la gran María Rubio quien interpretó a Catalina Creel, la del parche, en “Cuna de Lobos”. La residencia oficial debiera llamarse “La Cueva de los Demonios” y cuanto pasa en ella sería el más exitoso “culebrón” de Televisa a través de sus siete décadas de existencia.

Todos felices. ¡Qué siga el espectáculo mientras fuera de la carpa siguen cayendo como moscas los mexicanos!

Debate

Los candidatos no convencen; y dicen que crecen los “indecisos”. No es así, textualmente. Sucede, más bien, que es mayor el número de quienes ya han optado por abstenerse o anular sus boletas cumpliendo con el rito de formarse ante las casillas y ejercer un derecho al que anulan, no por desidia, sino por hartazgo o decepción. Como en 2006, cuando muchos cruzaron el nombre d quien vieron como “el menos malo” a su entender, y acabó siendo el “peor” de entre todos aquellos postulantes.

Por lo demás resulta un poco ridículo escarbar en las promesas no cumplidas del mexiquense peña cuando su partido parece más popular que él, aunque parezca increíble, porque su plataforma consiste en demostrar que, al culminar su ejercicio como gobernante, sin poderse sacudir del espectro de la violencia y los fantasmas de las complicidades, habrá fracasado estrepitosamente. Y no olvidemos al farsante calderón, cuyo partido es el que ahora pretende golpear al de peña, pudiera pararse el cuello presumiendo de haber dado empleos a los mexicanos como se comprometió, en condición de primera responsabilidad, a lo largo de su periplo proselitista de 2006 en el que tanto mintió y tras el cual acabó como un boxeador apaleado, sudoroso y sobre las cuerdas. ¿Ya tan pronto lo olvidamos?

Dentro de la oscuridad d los cuartos de guerra de campaña, se desliza que la credibilidad general sólo podría con el reconocimiento cabal a los graves pecados del pasado y una explicación razonable para asegurar rectificaciones, en cada uno de los institutos políticos, incluyendo la MORENA de López Obrador, con un esmerado ejercicio de autocrítica.

Los mexicanos ya estamos cansados de lisonjas y autoelogios, de carretadas de papelitos de colores y de la estridencia de las descalificaciones superficiales, cargadas de adjetivos. Venga la confrontación de ideas, la de fondo, la que significa un verdadero debate, para saber cuáles son las diferencias entre derecha, centro e izquierda, para empezar, y entender así la dinámica de la geopolítica nacional.

Por supuesto esto es la utopía; en la praxis desayunamos, almorzamos y cenamos pura demagogia.

La Anécdota

Hace tres años debí estar en compañía de mi amigo, el doctor Luis Castañeda Galindo, disfrutando de algunos festejos de la llamada Feria de Abril. No pudo ser; un infarto fulminante, que no estaba en los planes existenciales ni de él ni míos, se lo llevó por delante como el toro negro que entre pastizales no se aprecia en lo oscuro.

Cada que perdemos a un amigo entrañable, se nos queda un vacío por dentro, difícil de llenar. Lo sentí hace una semana en AGUASCALIENTES ANTE LA CRIPTA QUE GUARDA A MI OTRO GRAN COMPAÑERO, Gabriel Guerrero Traspaderne, “el filósofo” de esta bella tierra, cuy deceso me privó de muchas sonrisas y carcajadas. Por eso es tan triste, tan doloroso, que aquellos afectos vivos sigan desperdigados por allí de la mano de la soberbia y sin entender que, en esta vida, la única reconciliación posible con el espíritu se da cuando se encuentra una mano generosa. Vaya el mensaje para quien creo debe recibirlo. Allá por Madrid.

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